Nuestro punto de partida contempla la teoría del valor de Marx que sustenta la de los ciclos económicos para analizar los problemas del mundo del trabajo en la época contemporánea. En segundo lugar, planteamos la hipótesis de la inversión de los ciclos económicos –donde las fases de prosperidad se están reduciendo mientras que aumentan las de recesión y de crisis—, que provoca un fuerte impacto tanto en la disminución del empleo y en el aumento de la desocupación como en la flexibilización y precarización de la fuerza de trabajo como una necesidad del capital para continuar con su reproducción en la medida en que el sistema es incapaz de sustentarla con masas crecientes de valor. Es decir, el capitalismo ha entrado en un foso sin salidas, donde cada vez más produce menos valor y plusvalía provocando una extensión de la superexplotación del trabajo en escala mundial como mecanismo recurrente para mantener al sistema en niveles crecientes de ganancias extraordinarias que resultan de una intensificada competencia intercapitalista entre los grandes monopolios y conglomerados mundializados.
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Por último, vislumbramos la problemática del mundo del trabajo, sus principales mutaciones y transformaciones como el preludio de grandes cambios de diverso orden (social, ético, cultural, psicológico) que, sin embargo, no se traducen en la anulación de su centralidad dentro de la lucha económica y política entre el trabajo y el capital, sino más bien en su refuncionalización tanto en lo que respecta a seguir siendo pieza clave de la reproducción capitalista como, y más importante aún, en las grandes transformaciones que deben experimentar las sociedades de clase para superar el sistema de relaciones sociales vigente.
Globalización y mundo del trabajo En el debate sobre la globalización-mundialización del sistema capitalista destaca el problema del mundo del trabajo como una categoría política, sociolaboral y cultural. Sin embargo, este mundo —que no solamente comprende la esfera de la producción y del proceso de trabajo sino, además, los mercados de trabajo donde se compra y se vende la fuerza de trabajo, las condiciones de trabajo y los derechos sociales y laborales— mantiene una relación compleja y contradictoria con otra categoría fundamental de la moderna sociedad, el capital, por lo menos en cinco planos de su existencia real. En primer lugar, en el económico y de la reproducción material figura la existencia legal e institucional de la propiedad privada de los medios de producción y de consumo, así como la apropiación por el capital, de los productos-mercancías producidos por la fuerza de trabajo, lo que supone que esta última siga dependiendo de la fórmula general del capital dinero-productivo y mercantil y que no pueda escapar de su órbita, lo que provoca que todos los productos del trabajo (valor, plusvalía, ganancia, renta y riqueza material) fluyan a las arcas de las empresas, de los bancos y de las bolsas de valores del capital privado nacional e internacional provocando crisis económicas, estallidos de burbujas especulativas (como en Japón y en los Tigres Asiáticos en la década de lo noventa), caída de la masa salarial, desempleo y precarización del trabajo con pérdida de derechos sociales y laborales para los trabajadores.
En segundo lugar, cabe destacar que en la estructura social el mundo del trabajo se recrea dentro de fábricas, empresas, servicios, familias, matrimonios, amigos, territorios y comunidades que lo hacen constantemente identitario, cooperativo y expresivo de sus intereses de clase, de cultura, de etnia, de nación, de credo ideológico y religioso. Estructuras que entran en contradicción con los Resortes de la globalización: el mundo del trabajo en tensión Adrián Sotelo
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principios, ideologías y mecanismos de dominación vigentes en las sociedades de clase, en particular, con la capitalista que activa sus dispositivos en los medios de comunicación (TV, prensa escrita, vídeo, cinematógrafo, etcétera) prácticamente en todos los países y regiones del planeta para “desideologizar” y fracturar las actitudes solidarias y cooperativas del mundo del trabajo. En tercer lugar, en el plano político, el mundo del trabajo conlleva inherentemente fuertes procesos de despolitización de la clase obrera y del proletariado (campesinos, indígenas, estudiantes, amas de casa) que los imposibilitan para participar en el poder político del Estado capitalista para convertirse en sujetos reales e históricos de transformación de la sociedad en todos los planos: local, municipal, provincial, estatal, nacional, regional e internacional. Por eso la famosa "tercera vía" no funciona. La "democracia" en el capitalismo empresarial y liberal resulta sólo una quimera en la que deben creer todos los "participantes" si quieren subsistir y no ser reprimidos por los órganos de contrainsurgencia. Sólo los partidos políticos institucionales hacen el juego del poder para reproducirlo incesantemente como un rito mágico. El cuarto elemento es la cultura y la tradición de pueblos y comunidades, cuyo sistema central de valores (de pertenencia, libertad, solidaridad, lealtad, lengua, etnia, creencias y utopías) está amenazado por la vorágine de la globalización —expresada en la tecnología de internet y en la difusión de la "modernidad"— y de la mundialización del capital que implica la transnacionalización de los ciclos económicos nacionales empezando por la moneda (como en la Unión Europea con el euro) o por acuerdos comerciales como el Mercosur o francamente inequitativos, injustos y asimétricos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).
En quinto lugar, la existencia real, material e histórica de la clase obrera, del proletariado y de categorías sociolaborales (técnicos, científicos, analistas, programadores, ingenieros, diseñadores) que reproducen su existencia mediante la venta en los mercados laborales de su fuerza de trabajo a un patrón —sea este el Estado o el empresariado o a un conglomerado mixto— para recibir a cambio un salario (cualquiera que sea la forma que éste asuma), confirma que la fuerza de trabajo en todo el mundo sigue siendo un factor fundamental del desarrollo de las fuerzas productivas y de mantenimiento de las relaciones sociales en el capitalismo contemporáneo, pero también la figura emblemática y real que visible o invisiblemente se enfrenta constantemente al capital en una suerte de lucha de clases que la prensa y los medios académicos corporativos intentan por todos los medios ocultar. Resortes de la globalización: el mundo del trabajo en tensión Adrián Sotelo
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En sexto lugar destaca el avance tecnológico y de la ciencia (I&D) que mantienen una contradicción estratégicamente irreconciliable con el universo del capital, sobre todo, porque al revés de aumentar la ocupación, los salarios y la calificación en el trabajo, por el contrario, como demuestran estudios empíricos serios, provoca desempleo tecnológico, merma salarial, descalificación, segmentación de los mercados laborales, tercerización, marginalidad social, intensidad del trabajo (a través del neotaylorismo y el toyotismo), aumento promedio de la jornada laboral y superexplotación del trabajo en escala creciente.
En el plano ideológico la lucha de las ideas y la toma de conciencia por parte de las clases trabajadoras de todos los países y continentes son fundamentales para la comprensión crítica, identitaria y conciente de la realidad social y laboral para descubrir y estimular las potencialidades críticas de su transformación.
La ideología tiene dos vertientes: una se puede considerar negativa porque distorsiona la realidad de acuerdo con el color y los intereses con que se mire —“este es el mejor mundo posible”, “el sistema capitalista puede resolver todos los problemas de los trabajadores”, “la integración de las naciones es positiva porque me permite transitar más allá de las fronteras”, “todo mundo tiene acceso a internet y puede volverse ciudadano del mundo"
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—. Un mundo feliz sin riesgos y lleno de promesas…insatisfechas.
La otra vertiente es positiva porque reabre el debate sobre la existencia real del mundo del trabajo y, sobre todo, porque postula que son sus sujetos concretos los que pueden, potencial y realmente, transformar radicalmente las sociedades existentes y el sistema capitalista que les sirve de ustento. Los trabajadores y trabajadoras recuperan así su potencial creativo para poder ser sujeto histórico de transformación.
Estas contradicciones que hemos reseñado de manera general, muestran un hecho que es incontrovertible: que el mundo del trabajo existe en sí y para sí y constituye el polo opuesto del capital cualquiera que sea la forma de existencia que este asuma: productivo, comercial, financieroespeculativo, tecnológico o industrial: no es la forma sino el contenido lo que entra en tensión.
La centralidad del trabajo asalariado, creador de valor, responsable de la producción de plusvalía y de las ganancias que dinamizan la reproducción ampliada del capital sigue siendo eje central en las sociedades capitalistas contemporáneas.
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Recuérdese una voluminosa obra de Jeremy Rifkin, La era del acceso la revolución de la nueva economía Barcelona, 2000 donde la clave del "acceso" es el comercio electrónico e Internet. Resortes de la globalización: el mundo del trabajo en tensión Adrián Sotelo
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Vertientes teóricas de la —supuesta— descentralización del trabajo en el capitalismo posmoderno e informatizado
En las dos últimas décadas, de manera particular luego de la caída de la URSS y del bloque socialista el pensamiento marxista ha enfrentado una intensa envestida por parte de la ideología neoliberal y de las diversas expresiones ideológicas del "pensamiento único". Generalmente sin argumentos sólidos que las sustenten, dichas críticas van dirigidas contra las ideas-fuerza, conceptos, categorías, hipótesis y leyes como la del valor, de la plusvalía y de la tasa de ganancia que caracterizan al capitalismo como un sistema histórico que, por tanto, posee un ciclo de desarrollo, de crisis y de decadencia como demostró Marx y la corriente marxista en los últimos dos siglos.
Particular relevancia reviste el descarte que el pensamiento dominante ha intentado de conceptos como el trabajo y el capital en tanto centrales en el sistema, así como dinamizadoras del mismo a través de una lucha secular entre ambos que se expresa tanto en el ámbito económico-estructural, como social, político y cultural.
El carácter clasista de la contradicción trabajo-capital (contradicción que actúa como motor de la historia) fue sustituido por una especie de armonicismo sociológico que a lo sumo la reconocían, sí, pero como accesoria o subsidiaria de otras dimensiones "superiores" como el desarrollo tecnológico, los sistemas comunicativos y otras encaminadas a "explicar" la naturaleza social y económica del capitalismo de nuestros días presentando una "camino alternativo", "incluyente" y equitativo que no implica, se nos dice, cambios radicales que trasciendan el orden existente, aunque el mundo del trabajo permanece en tensión debido al cúmulo de transformaciones estructurales, sociales, jurídicas y laborales en marcha.
En este contexto ha sido objeto de ataques, especulación y desestructuración la vigencia de la centralidad del trabajo en el mundo contemporáneo. Ciertamente que esta centralidad ha experimentado modificaciones debidas a la reestructuración del capital operada en las dos últimas dos décadas del siglo XX y en el primer lustro del siglo XXI. Sin embargo ello no ha implicado su deshabilitación como proceso fundacional, esencial e histórico del desarrollo del capitalismo mundial y de las sociedades de clase que se reproducen en función de la ley del valor, de la explotación, de la producción de plusvalía y del permanente aumento de las ganancias. Resortes de la globalización: el mundo del trabajo en tensión Adrián Sotelo
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A pesar de la evidente globalización-mundialización del capital que se ha verificado intensamente a partir de la década de lo ochenta del siglo pasado cuando el par dialéctico capitalismo-imperialismo se transformó en neoimperialismo-neoliberalismo, sin embargo, el mundo del trabajo sigue existiendo en tanto contradicción esencial del capital social global y él es insustituible hasta ahora para resolver los graves problemas de la humanidad y preservar su existencia en el futuro.
Sin trabajo y sin valor no puede existir la sociedad capitalista, por lo menos la que se sustenta en sus cimientos constitutivos como la propiedad privada de los medios de producción, el ciclo del capital y la producción mercantil, la incontenible especulación inmobiliaria y financiera, la producción de plusvalía mediante los sistemas de explotación del trabajo basados en la plusvalía absoluta y relativa y en la superexplotación.
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Las transformaciones estructurales, políticas, tecnológicas y sociales que experimentaron las sociedades de clase y el capitalismo mundial de carne y hueso en las dos últimas décadas estimularon la difusión de "tesis" relativas a que en ese contexto se habría producido un fenómeno de reducción sustancial de la importancia cuantitativa y cualitativa del trabajo como mecanismo central del proceso de creación de valor, de reproducción del capital y de la lucha contra éste. Tesis que surgen en contextos específicos delimitados por problemáticas sociológicas, técnico-económicas y jurídico laborales muy concretas de los países europeos y, en particular, de Estados Unidos y de Japón donde el mundo del trabajo representa una porción minoritaria respecto al contexto del mundo del trabajo global que, como hace notar Ricardo Antunes, en los países del tercer mundo cubre más de dos tercios de la humanidad. Su planteamiento es el siguiente:
"Los críticos de la sociedad del trabajo pueden estar equivocados al enfatizar, eurocéntricamente, que el trabajo está en vías de extinción, que el capital ya no necesita de esa mercancía especial. Vale recordar que por lo menos dos tercios de la humanidad que trabaja se encuentra en el tercer mundo: en Asia, en Oriente, en África y en América Latina. No parece un buen ejercicio analítico tematizar sobre el mundo del trabajo con un corte excesivamente eurocéntrico. Eso sin hablar de la complejidad que deriva de la nueva división internacional del trabajo en la era del capital mundializado".
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