5.
¿CAMBIO DE LOCUS POLÍTICO
O ACEPTACIÓN SUTIL
DEL ORDEN ESTABLECIDO?
Cueva Agustín*
No nos hagamos ilusiones ni intentemos pasar gato
por liebre. La propuesta de desplazar el locus de la
política hacia fuera del Estado, tal como lo proponen
algunos “movimientos” de Occidente, no supone
ningún acuerdo que obligue también a la burguesía
a retirarse de él. Por el contrario, se basa en un
“pacto social” sui generis según el cual la burguesía
permanece atrincherada en el Estado (además de no
ceder ninguno de sus bastiones de la sociedad civil),
mientras que las clases subalternas se refugian en los
Intersticios de una cotidianidad tal vez más democrática,
en la que el Estado no interviene en la medida
en que las formas de sociabilidad elegidas no obstruyan
la reproducción ampliada del sistema capitalista-
imperialista.
Que un “pacto” como el que venimos examinando
es viable, bajo ciertas condiciones, lo prueba su sola
vigencia en las sociedades capitalistas avanzadas
(imperialistas), a pesar de la evidente derechización
En tales circunstancias, el capitalismo
bien puede intentar seguir “legitimándose”,
aquí en Latinoamérica,
más por el amedrentamiento que
por la distribución de bienestar.
Después de todo ya se comprobó,
en algunas áreas del Cono Sur, que
la “democracia burguesa con sangre
entra”, con base en lo que algunos
estudiosos han denominado la
“cultura del miedo”.
de éstas y la no menos patente decadencia de los
movimientos contestatarios y del espíritu libertario
que los caracterizó. Pero ese mismo ejemplo pone de
manifiesto la otra cara de la moneda; a saber, la
imposibilidad de transformar la sociedad.
(…) El conservadurismo forma parte consustancial
de la actual cultura de Occidente. Mas dicho conservadurismo
no es gratuito, ni representa, en rigor,
un precio que se pague por el ejercicio de ciertas
libertades en abstracto. Al contrario, el disfrute de
estas libertades es posible, sin que entrañe mayor
peligro para el sistema, porque hay un bienestar relativamente
generalizado, con las necesidades básicas
de la gran mayoría de la población satisfechas. En
síntesis, Occidente es conservador porque tiene
mucho que conservar y hoy, en medio de la crisis,
incluso es fuertemente reaccionario porque, con
razón o sin ella, ve en los “países del Este”, y sobre
todo en los del tercer mundo (la guerra es, a final de
cuentas, contra estos últimos), una amenaza a su bienestar.
En todo caso, la cuestión crucial para nosotros radica
en indagar si en la región latinoamericana se dan
o no las condiciones necesarias para el establecimiento
de un “pacto” similar, digamos, al de Europa
Occidental, en donde la razón capitalista y la razón
democrática parecieran estar plenamente reconciliadas.
Mas aquí surgen nuestras mayores dudas (...) La
dependencia y el subdesarrollo, cara de una misma y
única medalla, ciertamente no han desaparecido ni
están a punto de desaparecer, por mucho que hayan
sido “superados” por el discurso “posmarxista”. Y
tampoco hay el menor indicio de que el imperialismo
y las clases dominantes locales estén dispuestos a
reducir la extracción del excedente económico hasta
los límites compatibles con cierto bienestar generalizado
de nuestra población. Al contrario, Occidente
pareciera estar decidido a salir de su crisis, o al
menos a paliar los efectos de ella, a costa del tercer
mundo. Su sola negativa a negociar seriamente la
cuestión de la deuda lo prueba fehacientemente.
En tales circunstancias, el capitalismo bien puede
intentar seguir “legitimándose”, aquí en
Latinoamérica, más por el amedrentamiento que por
la distribución de bienestar. Después de todo ya se
comprobó, en algunas áreas del Cono Sur, que la
“democracia burguesa con sangre entra”, con base en
lo que algunos estudiosos han denominado la “cultura
del miedo”. Bajo esta “cultura” siempre pueden
desarrollarse, además, determinados rasgos que aparentemente
indican la “interiorización” de las pautas
de comportamiento capitalistas y hasta la aparición
de ciertos signos de “posmodernidad”:
(…) despolitización; considerable
reducción
de las actividades realizadas en
asociación
(…); apoyo a la privatización
económica;
adopción de estrategias egoístas
de sobrevivencia,
competición y especulación (…)
Sólo que, dentro de aquellas coordenadas perversas
de la dominación, estos comportamientos son más
bien modos de adaptación, puntos de retirada frente
al terror estatal. La población no ignora que detrás
de la fachada civil y civilizada, a veces inclusive
bonachona del Estado “representativo”, subyace,
intacto e intocable, el mismo aparato represivo de los
regímenes dictatoriales.
Más que en el consenso activo de los ciudadanos, el
sistema se asienta pues, actualmente, en la inducida
y escéptica
prudencia de los gobernados. Por ello, no
es un azar que
el pensamiento “posmarxista”, esté
empeñado como está en elaborar una crítica despiadada
de los sujetos políticos que históricamente han
intentado “subvertir el orden”, antes que una crítica
del sistema como tal. Y tampoco es casual que su
primordial esfuerzo esté encaminado a separar en
forma radical la razón democrática de la razón prometeana,
“demostrando” que no existe más camino
democrático que el seguido por el Occidente conservador.
* El texto …es parte de la antología
Entre la ira y la
esperanza y otros ensayos de crítica latinoamericana,
organizada y presentada por Alejandro
Moreano, editada
por CLACSO y Siglo del Hombre en la Colección
de
Clásicos del Pensamiento Crítico
Latinoamericano (2008)
que se presentará próximamente en la Feria
Internacional del
Libro de Bogotá.
tomado de:
http://eldiplo.info/docs/clacso2.pdf
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