Por la soberanía nacional con los trabajadores
En
la crisis que vivimos se hace cada vez más necesario asociarse para
defender los derechos de los trabajadores, de los campesinos, de los
pueblos indios, de los empleados y, sobre todo, de las juventudes. Es
necesario unirse en torno a un proyecto de lucha por la soberanía
nacional, por los recursos nacionales y por los derechos sociales,
culturales, políticos y económicos que los gobiernos neoliberales les
han ido conculcado y que pretenden seguirles arrebatando, con un partido
de Estado disfrazado de varios partidos con distintos nombres y la
misma política de recolonización de México.
Empecemos
por no ocultarnos las verdades dolorosas que vivimos. México está
importando maíz, gas y gasolina. Es como si Bolivia importara papas,
Argentina carne y Francia perfumes.
Estamos por
sufrir un nuevo despojo del petróleo, que todavía es fuente de una
proporción muy alta de los ingresos fiscales y que era el más preciado
patrimonio nacional.
Estamos aumentando cada vez más la inmensa deuda pública, que un día nos van a cobrar los
shylocks trasnacionales en condiciones peores que las de España, Italia o Grecia.
Nos
seguimos endeudando, tanto en forma rápida y furiosa como lenta y
calmada, pero abiertamente impune, todo para comprar armas y mercancías
que, lejos de servir a la producción y el desarrollo, inflaman la
destrucción y el genocidio nacional, y se usan para pagar las
importaciones de maíz y petróleo, antes símbolo y fuerza de nuestra
soberanía alimentaria y energética, y garantía, con el Ejército, de la
seguridad nacional.
Estamos asignando cada vez menos
recursos a la educación y a la investigación científica y humanística,
como si el proyecto fuera hacer de México y de su juventud y su niñez un
país tan miserable como los más miserables de la Tierra, fuente de
explotación de una fuerza de trabajo descalificada, base de dominación
de un país de hombres y mujeres perdidos en la ignorancia y en el
basurero de desechos de la industria del norte.
Estamos
viviendo la crisis de un sistema político y de una clase política que
entre la ceguera, el oportunismo y la corrupción priva más y más a los
ciudadanos, a los trabajadores y a los pueblos de México de los recursos
legales necesarios para luchar y negociar. Y que ahora nos anuncia
nuevas medidas por las que pretende privatizar y desnacionalizar aún más
la riqueza del petróleo y arrebatar a los trabajadores los derechos que
lograron tras una revolución en la que dieron la vida más de un millón
de hombres y mujeres, de jóvenes, de niñas y de niños.
Y
mientras esto ocurre, la desregulación de los trabajadores se da sin
cesar, la depauperación de los campesinos hace que millones padezcan sed
y hambre, y es creciente el asedio a los pueblos indios, en especial a
los zapatistas, que tratan de construir uno de los proyectos
autosostenibles más avanzados y democráticos de la tierra.
Al
mismo tiempo las corporaciones mineras y agroindustriales despojan a
los habitantes de sus territorios y recursos, empleando cuanto medio es
necesario, incluido el terror que por todas partes siembran junto con el
megacomercio del narco y con el lavado de dinero de la gran banca de Georgia, de las Islas Caimán y de Wall Street.
Salir
de los infiernos que las corporaciones construyen y en los que muchos
centroamericanos y mexicanos viven resulta cada vez más difícil, pues a
la gran muralla que el gobierno estadunidense levantó para impedir un
peligro por sus estrategas previsto, se añaden las matanzas y
desapariciones colectivas de braceros mexicanos y centroamericanos que
no alcanzan a llegar con vida a la frontera.
Muchos
de estos y otros males afectan al conjunto de la nación. Corresponden a
algo más que un modelo de desarrollo: son resultado de la política
neoliberal y globalizadora de las corporaciones y complejos que dominan
el mundo, encabezados por Washington y Wall Street, hechos innegables y
ampliamente comprobados, que están haciendo víctimas crecientes hasta en
su propio país.
Reconocer la inaceptable realidad
en que vivimos, y cobrar conciencia de lo que signfica para nosotros y
para nuestros descendientes el futuro que les preparan, es tan necesario
como formular un programa mínimo de defensa de los derechos de los
trabajadores, de los pueblos, y de los ciudadanos que, uniéndose en
torno a la lucha por recuperar y consolidar la soberanía nacional,
fortalezca al estado de derecho e impida la criminalizacion de los
trabajadores, de los ciudadanos y de los pueblos que defienden sus
legítimos derechos y su libertad.
Una nueva lucha
por la independencia, una nueva lucha por la democracia real de un
pueblo en verdad soberano, tiene que articular a los trabajadores
industriales, agrícolas y de servicios, a los hombres, mujeres, niños y
niñas, a los asalariados y no asalariados, regulados y desregulados,
precarios, excluidos, desplazados. Tiene que articularlos a todos ellos y
proponerse practicar la comunicación, la información, el diálogo y la
acción concertada en una organización que junte las redes de los
colectivos presenciales y a distancia, y que abarque al conjunto de la
nación, vinculando a sus habitantes con los de América Latina y con los
del mundo para la lucha por la vida y la libertad. Esa gran organización
tendrá que cultivar una vigorosa moral de lucha y de solidaridad, y una
voluntad colectiva a la que caracterice la lucidez y la firmeza para
defender y decidir el futuro del México y del mundo que queremos, y que
podemos hacer… ¡que haremos! ¡y que sin duda ustedes harán!
* Mensaje leído en la sexta Conferencia Sindical Nacional
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario