Con este afán propositivo, el documento esta estructurado en seis ejes emblemáticos. 1) Democratización de los medios de comunicación, información y difusión. 2) Cambio al modelo educativo, científico y tecnológico. 3) Cambio al modelo económico neoliberal. 4) Cambio al modelo de seguridad nacional y justicia. 5) Transformación política y vinculación con los movimientos sociales. 6) Cambio al modelo de salud.
En relación con los medios de información se le considera un sexenio muerto, en el que se propició la concentración en manos de las mismas voraces empresas que han secuestrado el espectro radioeléctrico propiedad de los mexicanos. Se persiguió y violentó a ciudadanos que buscan crear sus medios a través de radios comunitarias; y se caracterizó por las persecuciones, agresiones y asesinatos de periodistas. De igual manera, la política en torno a educación, ciencia, tecnología y arte (y añadiría protección del patrimonio cultural de la nación) presentada en el sexenio de Felipe Calderón antepone los intereses del sector empresarial nacional y global sobre las necesidades sociales. Se concluye, asimismo, que el sexenio de Calderón sólo ha profundizado un modelo económico basado en la pobreza y la marginación de la mayoría de la población, en la explotación de los recursos naturales a costa de las comunidades y donde el objetivo primordial es la ganancia de los grandes capitales, nacionales e internacionales. El movimiento #YoSoy132 está consciente de que el mercado no es la panacea para la solución de los males sociales y que el gobierno y la sociedad deben jugar un rol fundamental para resolver los problemas económicos que aquejan al país. El neoliberalismo nos empobrece, excluye, margina y violenta: es por eso que el movimiento #YoSoy132 se pronuncia a favor de una economía humana, justa, soberana, sustentable y de paz. Para este movimiento, como para muchos analistas, la guerra contra el narcotráfico declarada por Calderón desde el inicio de su gobierno encubre una estrategia de “legitimación de un gobierno emanado de un proceso electoral cuestionado y la necesidad de aumentar los lazos de subordinación diplomática, política y militar del Estado mexicano con la política de seguridad nacional de la Casa Blanca, esto mediante la firma de planes y tratados internacionales como la Alianza para la Prosperidad de América del Norte (ASPAN por sus siglas en inglés) y el Plan Mérida…La guerra, esta guerra que los ciudadanos no pedimos, ha causado una verdadera catástrofe social: 80 mil muertos, 250 mil desplazados de manera forzada, 30 mil desaparecidos, 20 mil huérfanos y 5 mil niños asesinados”. En lo político, el gobierno de Calderón no impulsó una democratización del Estado, sino por el contrario, profundizó sus aspectos más autoritarios. Las reformas electorales preservaron un sistema en el que la política es monopolizada por los partidos, cada vez más alejados de la sociedad y subordinados a los grupos de poder y a las grandes televisoras, bloqueando el acceso a una verdadera participación social. El corporativismo y el clientelismo siguen siendo las formas en las que el gobierno se relaciona con la sociedad. También, “el autoritarismo y la profunda violencia han marcado la relación del Estado con los movimientos sociales, particularmente los fenómenos de criminalización y paramilitarismo del país reflejados en las cifras expuestas por las organizaciones sociales y defensoras de los derechos humanos sobre presos políticos, desapariciones forzadas, ataques a defensores de derechos humanos y ejecuciones extrajudiciales”. Es significativo el tratamiento de la cuestión étnica por parte del movimiento #YoSoy132: El Estado también ha permanecido cerrado frente a la participación política de los pueblos originarios, denunciado los ataques a sus autonomías de facto en varias partes del país. Por último, en cuanto a la salud el movimiento destaca que el actual gobierno ha incumplido el mandato constitucional de garantizarla, favoreciendo el desmantelamiento y desfinanciamiento del IMSS y el Issste.
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