23 de Septiembre de 2012
Pablo González Casanova, Luis Villoro y Gilberto López y Rivas
Ellos son nosotros
El movimiento de los mayas zapatistas encabezado por el EZLN se ha
convertido en un referente nacional y mundial por sus logros en la
construcción de procesos autonómicos que se fundamentan en los
principios de una democracia participativa en la que se manda
obedeciendo los acuerdos de las comunidades, en la que el gobierno se
concibe como un servicio en el que todos y todas tienen
responsabilidades que cumplir, en la que el bien de la colectividad es
su objetivo y razón de ser y en el que se respetan todas las creencias
religiosas.
A partir de una dignidad recobrada, que se refrenda diariamente, las
juntas de buen gobierno y los gobiernos autónomos municipales han
logrado avanzar de manera notable en rubros importante como la salud, la
educación, la producción y comercialización de productos comunitarios,
bajo una perspectiva autosustentable y redistributiva. En un contexto de
emergencia nacional causada por el mal gobierno al servicio del capital
y el imperialismo mundial encabezado por Estados Unidos, las
experiencias zapatistas y las de otros pueblos indígenas que en la
geografía del país optaron por la autonomía, constituyen el otro polo
equidistante a los saldos de miseria, muerte, entreguismo y represión
que deja el sexenio que termina y los malos augurios del que inicia por
medio del fraude y la imposición.
Esta otra forma de ejercer el poder, practicar la política y asumir
formas de convivencia social solidarias se ha desarrollado a pesar del
acoso permanente de una estrategia de Estado basada en la recolonización
de los territorios para apoderarse de sus recursos, en la
contrainsurgencia, el cerco de penetración militar y policial, los
intentos sistemáticos de cooptación, infiltración y provocación, y si
todo esto no funciona, la acción directa de grupos paramilitares que
golpean a mansalva a las comunidades, que invaden sus tierras liberadas,
queman y destruyen casas, escuelas, clínicas, cosechas y enseres, que
provocan el desplazamiento de sus poblaciones y que se arrogan, en suma y
gozando de impunidad, el papel del martillo clandestino estatal sobre
el yunque del Ejército, siempre omnipresente, y la gestión facciosa del
Poder Judicial, presto para criminalizar a zapatistas y a integrantes de
sus bases de apoyo. Conocemos de los ataques y hostigamientos a partir
de las denuncias de las juntas de buen gobierno de Morelia (en especial
el ejido Moisés Gandhi), La Realidad y Roberto Barrios, y en particular,
las acciones de contrainsurgencia contra la comunidad autónoma
zapatista Comandante Abel, del municipio autónomo La Dignidad, que se
encuentra sitiada por paramilitares y policía estatal, en un modus operandi que muestra la complicidad y vinculación directa entre paramilitarismo y las fuerzas represivas del Estado.
Esta agresión a las comunidades mayas zapatistas ya ha sido
denunciada en los ámbitos nacionales e internacionales por diversos
colectivos, gremios y organizaciones que consideran como propios los
alcances civilizatorios de sus procesos autonómicos y de sus propuestas
para el rescate-reconstrucción de una nación donde quepamos todos y
todas y de una lucha anticapitalista basada en la participación
colectiva y protagónica de los explotados, discriminados y oprimidos que
abajo y a la izquierda resisten el control y la dominación de los
trabajadores, que se suman a la lucha de los pueblos contra la ocupación
integral de sus territorios y recursos, que denuncian el vaciamiento y
el descrédito de una democracia tutelada por la dictadura mediática, los
poderes fácticos y el crimen organizado dentro y fuera del mal
gobierno.
Estos colectivos que acompañan a los mayas zapatistas y a su Ejército
Zapatista de Liberación Nacional sienten también en carne propia la
acometida del Estado mexicano por medio de sus fuerzas armadas y sus
paramilitares en contra de los municipios autónomos, en el entendido que
ellos son nosotros, que no han estado ni están solos, que si tocan a
uno nos tocan a todos.
No hacer caso de las palabras de indignación de quienes en la nación y
en el mundo entero nos solidarizamos con nuestros hermanos zapatistas y
reclamamos el cese inmediato de la embestida criminal es un acto más de
violencia suprema contra México y contra la humanidad.
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/texto/010a1pol.htm
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