Diecisiete llamados de Pablo González Casanova para la movilización mundial de abajo y a la izquierda
Ponencia enviada por
Pablo González Casanova, uno de los intelectuales más reconocidos de
México, ex rector de la UNAM, al II Seminario Internacional “Planeta
Tierra: movimientos antisistémicos”, celebrado en San Cristóbal de las
Casas, Chiapas.
Si pensamos en el conocimiento y la
acción de un movimiento mundial como el de los indignados, pronto
advertimos que hay problemas teóricos y prácticos considerablemente
distintos a los que se plantean en la academia, en los partidos y los
gobiernos. Afortunadamente tenemos la posibilidad de enriquecer nuestro
conocimiento con las preguntas que los pueblos se hacen y con las
respuestas que se dan.
Teorías y prácticas que vienen de abajo y
a la izquierda tienen la originalidad de criticar al poder cuando éste
se siente distinto de la sociedad y cuando se separa de la sociedad.
Los nuevos movimientos del pueblo
plantean una democracia que corresponda a las decisiones del pueblo, y
que en caso de que se separe del pueblo dejará de ser democracia.
Depauperados y excluidos, indignados y ocupas formulan
teorías que contienen un gran respaldo empírico. Se trata de
explicaciones y generalizaciones basadas en gran cantidad de
experiencias. Se trata de conocimientos, de artes y técnicas que
corresponden al saber y al hacer de los pueblos, ese saber que tanto
exaltara el antropólogo Andrés Aubry, y en que aparece, en vez del yo
individualista, el nosotros tojolabal que Carlos Lenkersdorf rescatara
para la filosofía de la solidaridad humana.
Teorías y prácticas tienen mucho de particular y también de universal… Y no exagero. Pensemos en la inmensa movilización de los indignados y los ocupas
que luchan por otro mundo posible. Hoy –escriben admirados dos
profesores ingleses–, la movilización es gigantesca. Nunca se había dado
una de esa magnitud, y toda la movilización empezó (añaden) en las
junglas de Chiapas con principios de inclusión y de diálogo.
Vemos así que desde abajo y a la
izquierda y desde las selvas tropicales surge un movimiento que no sólo
lucha por defender los derechos de los pueblos indios, sino por la
emancipación de los seres humanos.
Y ese movimiento universal, en medio de
sus diferencias, vive problemas parecidos. Es más, encuentra soluciones
parecidas para la creación de otro mundo y de otra cultura necesaria, a
la que los pueblos de los Andes expresan como el bien vivir, en que el
vivir bien de unos no dependa del mal vivir de otros.
A esas aportaciones que de los indios de
América vienen se añaden muchas más que corresponden a las experiencias
de múltiples culturas e historias y que crean la historia universal de
la lucha por la libertad, por la justicia y por la democracia, lema que
levantó el movimiento zapatista y que anda por el mundo entero no como
eco sino como las voces de un pensar y querer parecido.
Y allí están las juventudes griegas que
luchan contra el tributo de la deuda externa, están los movimientos de
la primavera árabe a quienes los militares no pueden transar, están las
asambleas de los indignados españoles que articulan intereses vitales
que el sistema no puede satisfacer, están los jóvenes estadunidenses que
ocupan Wall Street como centro del poder corporativo contra el que
todos luchamos, a los jóvenes chilenos que dan su vida para que no les
quiten sus escuelas y universidades.
En todas las movilizaciones hay mucho de
común. Todas o casi todas coinciden con lo incluyente y con lo
dialogal, y un número cada vez mayor, con la idea de que el capitalismo
corporativo es el origen de todos los problemas que afectan y amenazan a
la humanidad.
Coinciden también en que la solución es
esa democracia de todos para todos y con todos que no se delega, y que
algunos llaman socialismo democrático y socialismo del siglo XXI y otros
nomás democracia, y que es eso, y mucho más, pues es una nueva forma de
relacionarse con la tierra y con los seres humanos… una nueva forma de
organizar la vida.
Y es en medio de la riqueza y novedad de
esta movilización mundial como se captan una serie de reflexiones que
vienen de abajo y a la izquierda y cuya respuesta busca el triunfo de
los indignados y de los pobres de la tierra.
La riqueza de las reflexiones y llamados
es enorme y exige la atención y la profundización de algunos que
enuncio escuetamente y en los que debemos trabajar más:
1. El llamado a perder el miedo antes que nada, que el movimiento zapatista destacó como un requisito para pensar y actuar.
2. El no pensar sólo en qué hacer sino en cómo lo hacemos.
3. El precisar con quiénes –lo hacemos– en las distintas circunstancias.
4. El aclarar nuestras diferencias internas con un nuevo estilo de discutir y acordar.
5. El rechazar terminantemente la lógica
de la caridad. Y también la lógica del paternalismo, pues ambas ocultan
la manipulación. Caridad y paternalismo son la cara buena de la cultura
autoritaria.
6. Combinar la lucha por los derechos de
los pueblos, los trabajadores y los ciudadanos con la lucha por la
construcción de una sociedad alternativa en que los colectivos de los
buenos gobiernos practiquen el mandar obedeciendo. Precisar con ejemplos
en qué consiste la práctica del mandar obedeciendo.
7. Dar los pasos necesarios para que el
proyecto emancipador sea realmente incluyente, y dé lugar a un trato
respetuoso de las diferencias de raza, sexo, edad, preferencia sexual,
religión, ideología y nivel educativo.
8. Redefinir los conceptos de la
libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia, la democracia…
Redefinirlos en la vida cotidiana, en el aquí y el ahora.
9. Aclarar que las redes no son sólo
redes informáticas. Aclarar que se han organizado y se van a organizar
redes de colectivos y de sistemas de colectivos que permitan el
predominio de las organizaciones horizontales sobre el mercado y el
Estado, que estimulen la cooperación y la solidaridad frente al
individualismo del mercado, y en que los encargados manden obedeciendo
los lineamientos que las organizaciones horizontales les den y no se
sientan ni un minuto por encima de ellas. Al mismo tiempo crear
organizaciones centralizadas y descentralizadas, como el EZLN, o como
las policías de los pueblos del sureste y como las autonomías
municipales.
10. Profundizar y promover los sistemas
solidarios y cooperativos con flujos e intercambios que acerquen la
producción, el consumo y los servicios, por ejemplo, la educación,
salud, seguridad social.
11. Actualizar constantemente los
conocimientos sobre las contradicciones en los propios movimientos
emancipadores, y no sólo sobre las contradicciones externas.
12. Fomentar el respeto a la dignidad y a
la identidad de personas y pueblos, sin caer en el individualismo o el
aldeanismo, y antes cultivando la emancipación universal.
13. Combatir el maniqueísmo, y retomar
el tipo de discusiones que invocan a los clásicos para comprender el
aquí y el ahora, e incluir sus narrativas y reflexiones en la memoria
creadora de nuestras generalizaciones.
14. Reconocer que en todos los grandes
movimientos los pueblos –con una razón de enorme peso– no se inclinan
por una revolución violenta, sino por la ocupación pacífica y
multitudinaria de la sociedad y de la tierra.
15. Pensar que 99 por ciento de la
humanidad va a ganar esta lucha y que de su triunfo y de la sociedad que
construya dependerá la creación ecológica de un sistema terrestre
sostenible, capaz de satisfacer las demandas vitales de una población
creciente que hoy sufre hambre y frío por cientos de millones, y capaz
de impedir que continúe un sistema económico-político en que la
industria de guerra es el motor principal de la economía.
16. Plantear cómo se lucha y gana
pacíficamente en una guerra de espectro amplio como la diseñada por el
Pentágono. Si uno de los espectros es la guerra violenta y armada,
podemos luchar en los otros que comprenden la guerra informática y
cibernética, la guerra contra la educación, la guerra contra la cultura,
la guerra económica con la deuda externa y derivados, la guerra social
que deshace el tejido comunitario, familiar, de clase; la guerra
ideológica y seudo-científica neoliberal, cínica, recolonizadora y
neofascista: la guerra que destruye la biosfera y la guerra que siembra
el terror acompañadas de la guerra inmoral para cooptar, macro-corromper
y someter a una humanidad que se rinda y se venda.
17. Insistir en que los pobres de la
tierra y quienes estamos con ellos debemos enfrentar la guerra de
espectro amplio en todos los espectros pacíficos posibles: en el terreno
de la educación para pensar y hacer, en el terreno de la economía de la
resistencia que cuida el pan y el agua, el fogón y el techo, los
servicios de salud y de seguridad: el tejido social de la familia y el
de la comunidad, y el de una clase trabajadora que restructure la unión
necesaria de los trabajadores regulados y desregulados; en la lucha
ideológica contra las corporaciones, los líderes amarillos y las mafias
que ocultan su guerra depredadora con otras guerras no menos infames
–como las del terrorismo, el narcotráfico y la confusión… Y estar cada
vez más conscientes de que la guerra actual de intimidación y corrupción
busca sobre todo el despojo de los territorios comunales, de las
parcelas campesinas, de las tierras nacionales, de los bosques y las
minas, de los viveros de petróleo y de los mantos acuíferos; de los
suelos y los subsuelos, de las costas y las tierras. Y no conforme con
oprimir a los pobres entre los pobres y a los habitantes de la periferia
mundial, en forma cada vez más abierta está empobreciendo a los
sectores medios y privando de sus derechos y de su futuro a los jóvenes y
los niños del mundo entero.
Con los indignados de la tierra hemos de
enfrentar la nueva política del azúcar y el garrote, de la corrupción y
la represión macroeconómica que emplea el capitalismo corporativo, con
sus aliados y subordinados. Frente a sus intentos de intimidación y
corrupción universal blandiremos la moral de lucha y el coraje de los
pueblos. Lo haremos, conscientes de que somos cada vez más y de que
serán cada vez más quienes en el mundo entero luchen por lo que en 1994
sólo parecía ser una rebelión indígena posmoderna y que en realidad es
el principio de una movilización humana considerablemente mejor
preparada para lograr la libertad, la justicia y la democracia a que
todos aspiramos.
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