mercadoprevaleciera sin interferencia
estatistaalguna –excepto, por supuesto, aquella del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Tesoro estadunidense.
There Is No Alternative[no hay alternativa], con la que quería decirnos que no había alternativa para ningún Estado que no fuera Estados Unidos y, supongo, el Reino Unido. Los países del sur, sumidos en tinieblas, únicamente tenían que abandonar sus ingenuas pretensiones de controlar su propio destino. Si lo hacían, entonces podrían algún día (pero quién podría decir cuándo) ser recompensados con crecimiento. Si no lo hacían, estarían condenados a –¿me atrevo a decirlo?– la pobreza.
Hace mucho que terminaron los días de gloria del Consenso de Washington. Las cosas no mejoraron para la mayoría de la gente del Sur global –muy por el contrario– y la rebelión estaba en el aire. Los neozapatistas se levantaron en Chiapas en 1994. Los movimientos sociales le pusieron un alto a la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, en 1999 (de la cual nunca se ha recuperado). Y el Foro Social Mundial comenzó su vida expansiva en Porto Alegre en 2001.
Cuando la así llamada crisis financiera asiática estalló en 1997, ocasionando vastos daños económicos en el este y el sudeste asiático, que se expandieron a Rusia, Brasil y Argentina, el FMI se sacó del bolsillo una serie de trilladas demandas para estos países, si querían alguna ayuda. Malasia tuvo el valor de decir no gracias, y Malasia fue la más pronta en recuperarse. Argentina fue aún más audaz y ofreció pagar sus deudas a más o menos 30 centavos por dólar (o nada).
Indonesia, sin embargo, se volvió a enganchar y pronto lo que parecía una muy estable y duradera dictadura de Suharto llegó a su fin debido a un levantamiento popular. En el momento, nadie excepto Henry Kissinger, ni más ni menos, le rugió al FMI, diciendo, en efecto ¿qué tan estúpido se puede ser? Era más importante para el capitalismo mundial y Estados Unidos mantener a un dictador amistoso en el poder en Indonesia que hacer que un país siguiera las reglas del Consenso de Washington. En un famoso editorial abierto, Kissinger dijo que el FMI actuaba
como un doctor especialista en sarampión que intenta curar todas las enfermedades con un solo remedio.
Primero el Banco Mundial y luego el FMI aprendieron su lección. Forzar a los gobiernos a aceptar como política sus fórmulas neoliberales (y como precio por la asistencia financiera cuando sus presupuestos estatales están en desbalance) puede tener nefastas consecuencias políticas. Resulta que después de todo hay alternativas: el pueblo puede rebelarse.
la pobreza. No sólo descubrieron la pobreza, sino que decidieron proporcionar programas para
reducirel monto de pobreza en el Sur global. Vale la pena entender su lógica.
La desigualdad es insostenible.
economista de alto rangoen el departamento africano del FMI. Nos dice –la nueva línea del FMI– que
las políticas económicas que simplemente se enfocan en las tasas de crecimiento promedio pueden ser peligrosamente ingenuas.En el Sur global una alta desigualdad puede
limitar las inversiones en capital humano y físico que impulsen crecimiento, incrementando los llamados en favor de una retribución posiblemente ineficiente. Pero lo peor es que una gran desigualdad
le da a los ricos mayor voz que a la mayoría, menos homogénea. Esto a su vez
puede sesgar aún más la distribución del ingreso y osificar el sistema político, lo que conduce en el largo plazo a consecuencias políticas y económicas todavía más graves.
el progresoporque quieren mantener su control sobre la mano de obra no calificada.
pobrezaque apaciguarán lo suficiente a los pobres, siempre en expansión, y calmarán sus pensamientos de rebelión.
insostenible desigualdadcrece diario. Pero el FMI y aquéllos cuyos intereses representa no van a dejar de intentarlo.
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