En Otra vez, el guerrillero narra su pasión por la cultura maya al visitar Palenque y Chichén Itzá
Miércoles 22 de agosto de 2012, p. 5
El comienzo de un proceso, el cambio del joven que comienza su transformación y llega a ser el revolucionario que todos conocemos, así describió Guevara March el libro Otra vez, donde se recopila el diario del recién egresado de medicina durante su segundo viaje por América Latina.
En ese segundo viaje conoce más la parte de Centroamérica y lo impresiona la cultura maya. Se llenó de pasión ante Palenque, Chichén Itzá, lugares que muestran nuestra grandeza humana, de dónde venimos, quiénes somos y eso lo recoge en este libro. Aquí comienza esa última etapa que conocemos de cómo Ernesto Guevara se une a un grupo de cubanos encabezados por Fidel Castro.
De visita, la médico cubana que trabaja para rescatar el legado del Che, afirmó que “las raíces culturales del pueblo mexicano también están tocadas en este libro a partir de un hombre de origen argentino, pero que llega a sentirse el mejor de los latinoamericanos. Eso es lo más hermoso que nos deja: esa sensación de poder ser todos una gran familia, una verdadera gran patria desde el río Bravo hasta la Patagonia.
La revolución nunca termina, pues se debe cambiar todo lo que tiene que cambiar; la revolución es seguir siendo sinceros, honestos con nosotros mismos. Pero, sobre todas las cosas, revolución es mantener la identidad, la soberanía, la posibilidad de crear una sociedad diferente, señaló.
Éste es más cercano a ustedes, porque es el joven que comienza a descubrir quién es y por qué quiere hacer los cambios necesarios para nuestros pueblos.
La vida de los hombres no es solamente la parte externa, también hay una vida íntima, más cuidada, que es su relación con otras personas. Por ejemplo, en este caso, con una mujer a la que ama y con sus hijos, simple y llanamente como ser humano. Y eso lo vemos en este libro.
Una historia de amor, con una mujer cubana, de origen campesino, a la que conoció en la clandestinidad en Escambray, en la sierra de Cuba. Para ella, escribir estas memorias fue un proceso tardío y doloroso, reveló Aleida Guevara.
Quizás era una deuda muy grande que mi madre tenía con todos nosotros, sobre todo con sus hijos.
Con la voz entrecortada, por momentos, Aleida Guevara habla de sus padres: “Ella muestra aquí al hombre tierno, íntimo, quien también se equivoca, que es capaz de escribirle una carta a su mujer y decirle: ‘ayúdame para continuar el camino’.
Es un hombre valiente, íntegro, completo, que no tiene miedo al amor ni de decir cómo necesita a su compañera. Habla de una relación que es muy importante para mí, porque soy el fruto de ese amor. A veces es difícil presentar este libro, porque es arrancar una parte de mi historia, la que me dio la vida, afirmó quien perdió al padre a los seis años, pero quien se afirma ser
hija del pueblo cubano.
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