Alberto Patishtan
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- "Cuando detuvieron al profe Patishtán, nadie lo creyó", Martín Ramírez.
Posted: 24 Mar 2013 08:53 PM PDT
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Posted: 24 Mar 2013 08:51 PM PDT
León Guanajuato, Marzo 2013
MINISTROS DE LA SCJN
ALFREDO GUTIÉRREZ ORTIZ MENA,
JOSÉ RAMÓN COSSÍO,
JORGE PARDO REBOLLEDO,
Señores Ministros, representantes supremos de la justicia en este país, nos tienen avergonzados al darle más importancia a sus programas administrativos que a la Justicia misma. Su arrogancia y discriminación para abordar el tema del preso de conciencia más emblemático del país Alberto Patishtán, nos arrebata la confianza en su trabajo y nos obliga a denunciarlos públicamente y exhortarlos a que retomen el caso o renuncien por incompetencia ética y profesional, pues no merecen estar en el cargo que también injustamente ejercen.
Le exigimos que aborde el caso de Alberto Patishtán para lograr su liberación al que habrán que indemnizar hasta el último dolor injustamente sufrido, pues nunca podrán devolverle al Profesor sus ojos y sus casi 13 años de atropellos y encierro. Es su obligación responder urgentemente y deshacerse de los errores e injusticias heredados de las administraciones anteriores.
PRESO POLÍTICO
ALBERTO PATISHTAN:
Seremos como velas encendidas de verdad y justicia siguiendo su ejemplo hasta lograr su libertad.
¡Libertad al Profesor Alberto Patishtán!
La Casa del Bosque A.C.
Colectivo Las Pitayas
Karla Marisol Yáñez Oros
Julio Lopez Salazar
Citlali Sanchez Martinez
Lilia Basulto
Lucero Aragon
Ivan Vega Guzmán
Paloma Sierra Ruiz
Carlos Leal Del Castillo
Maricela Rojas Flores
Paul León Morales
Naomi Morales López
Fernando De Jesús Murrieta Pérez
Francisco Gerardo Martínez Palacios
Oliver León Preciado
Cecilia Villavicencio Arguelles
Ernesto García Castro
Lucia Noriega Hernández
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Posted: 24 Mar 2013 08:05 PM PDT
Queremos lograr que juntas y juntos lleguemos a la meta de enviar del 21 de marzo al 15 de abril, 4 mil 686 cartas, una carta por cada día que Patishtán ha estado en la cárcel, dirigidas al Presidente Ministro del Consejo de la Judicatura Federal, Juan N. Silva Meza.
Puedes mandar tus cartas a las siguientes direcciones: Ministro Juan N. Silva Meza Consejo de la Judicatura Federal Vía postal: Insurgentes Sur 2417, San Ángel. Álvaro Obregón. C.P. 01000, México D.F.
Por fax al Teléfono: +52 (55) 5490-8000 extensión 1072
Por correo electrónico a: luis.angulo.jacobo@correo.cjf.gob.mx, presidenciacjf@correo.cjf.gob.mx
A los Magistrados del Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito
Vía postal: Palacio de Justicia Federal edificio C, planta baja, ala A Boulevard Ángel Albino Corzo N0. 2641, Colonia las Palmas, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, C.P. 29040
Por fax al teléfono: +52 961 6170294 extensión 1185
Por correo electrónico a: freddy.celis.fuentes@correo.cjf.gob.mx
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Posted: 24 Mar 2013 08:49 PM PDT
El Pais Internacional 24/03/13El maestro tzotzil Alberto Patishhtán cuenta desde una cárcel de Chiapas sus 13 años de encierro tras ser condenado en un proceso lleno de irregularidades.
En un camino de terracería, entre iguanas, cafetales y niños descalzos, un grupo armado mató hace 13 años a siete policías en una emboscada. Ocurrió en el corazón del levantamiento zapatista, en una zona montañosa de Chiapas (México). El único condenado por esa masacre, un maestro de escuela indígena que seguramente nunca estuvo allí, saca un brazo por las rejas del locutorio de un penal de San Cristóbal de las Casas, en el que lleva encarcelado desde entonces, y se presenta con un apretón de manos: "Yo soy Alberto Patishtán".
Es mediodía. Los custodios almuerzan unos tacos tras las verjas y sus risas se cuelan hasta aquí. "Solo Dios puede juzgarme", se lee en la pared que hay tras el profesor tzotzil, pero las decisiones que lo mantienen encarcelado son muy terrenales. Tras múltiples alegaciones, la Suprema Corte de Justicia mexicana se negó a resolver un recurso de reconocimiento de su inocencia. Dos magistrados se mostraron a favor de liberarlo, tres en contra. Dicho esto, le restan 47 años de condena.
La decisión ensombreció el ánimo general del penal, en cuyo interior Patishtán, de 41 años, es casi un profeta. En círculos políticos, civiles y judiciales mexicanos extrañó mucho el dictamen. El subcomandante Marcos tildó de ridícula la situación y hasta el obispo de Chiapas no podía creérselo. "Es algo indignante y reprobable. Soy inocente. Este no es mi lugar, no es mi casa, pero nunca he pensado en el tiempo que me queda, pienso en que tarde o temprano tiene que llegar mi libertad", explica.
No es el único que lo cree. Organizaciones de derechos humanos llevan años movilizándose y el nuevo gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, dijo tras conocer la decisión de la Corte que el maestro "debía ser puesto en libertad". Sus allegados están haciendo gestiones para que el gobierno de Enrique Peña Nieto lo indulte, una posibilidad que cobra fuerza una vez agotada la vía judicial.
La iconografía de Alberto ha dado la vuelta al mundo. Desde el barrio de Lavapiés de Madrid hasta en las calles de Suecia se pueden encontrar carteles con su silueta. Unas horas antes del encuentro en la cárcel, el preso entró por teléfono en una rueda de prensa que daba la familia y su abogado en el local de una ONG. "No descansaré hasta encontrar justicia", dijo. Al colgar, la mayoría de los presentes entonó un grito: "¡Presos políticos libertad!".
La figura de Patishtán ha adquirido un relieve que difícilmente hubiera obtenido en su papel de líder de una organización para la defensa de los indígenas en el alejado municipio de El Bosque, a 75 kilómetros de San Cristóbal de las Casas. Hay que remontarse al año 2000. En esas fechas, medio centenar de organizaciones civiles enviaron una carta al gobernador del Estado para exigir la destitución del entonces presidente municipal por abuso, nepotismo y maltrato. Para el maestro era, además, un asunto personal. El político al que quería derrocar era su primo y vecino.
Los policías federales se desplazaron al municipio ante el temor de una revuelta vecinal. En una de sus incursiones por esa zona semiselvática, los agentes fueron acorralados por un comando que les atacó con armas de asalto. Solo hubo dos supervivientes: el hijo del presidente municipal, que hacía de chófer para las autoridades, y uno de los policías. El familiar situó a Patishtán en el lugar de los hechos, lo describió sosteniendo un AK-47 entre las manos pero después varió su testimonio hasta el punto de volverlo confuso.
La detención de Patishtán se produjo una semana después de los hechos. El abogado especialista en derechos humanos Leonel Rivero, que lleva el caso dese julio de 2012, cree que en esos días se produjeron múltiples irregularidades. La declaración de los dos únicos testigos (los dos heridos) se contradicen. El policía dijo que los agresores llevaban un pasamontañas, pero el conductor aseguró después que iban a cara descubierta y que entre los pistoleros reconoció a Patishtán. Además se incorporaron al caso pruebas de manera ilegal, como una fotografía del maestro que el presidente municipal le entregó a la fiscalía cuando ni siquiera era sospechoso. El día que detienen a Alberto se violó su presunción de inocencia al no informarle de por qué estaba arrestado. Su defensa fue desastrosa y no consiguió anular las pruebas irregulares que se incorporaron al proceso ni las declaraciones de los testigos, que fueron variando a lo largo de los días. Varias personas sitúan a Patishtán en otro lugar a la misma hora de la balacera, pero no fueron tomadas en cuenta. Otros testigos ni siquiera se presentaron a declarar. La pena no dejaba lugar a dudas: 60 años sin posibilidad de reducción de condena. Con el paso de los años todos los recursos presentados acabaron nada.
La salud del maestro se ha ido deteriorando en estos años. Un tumor cerebral, que solo le han conseguido extirpar a medias, le ha hecho perder parte de vista. "Eso sí fue duro, pero la cárcel no me mata a mí", advierte con su sonrisa de dientes metálicos. Son las dos de la tarde en el penal y a los presos les quedan un par de horas fuera de la celda. A las cuatro de la tarde se encierran en la celda durante 15 horas. Patishtán comparte un cubículo de tres por cuatro metros con otras 10 personas. Él duerme en una litera, pero otros más desgraciados lo hacen en el suelo, sin ni siquiera espacio para voltearse.
El abogado Leonel Rivero presentó ante la Corte el reconocimiento de inocencia, un proceso en el que no se puede solicitar la reapertura del caso, sino la invalidación del proceso. En su escrito, el abogado desmonta cuatro de las seis pruebas sobre las que se apoya la condena. "Hicimos un proceso de lógica muy sencillo que anula las pruebas, pero pegamos en una de las líneas más débiles de la Justicia mexicana, que es la presunción de inocencia. Jurídicamente la Corte estaba atrapada, mintieron al decir que pedíamos la reapertura del caso, se trata de una decisión política", dice Rivero en una café de San Cristóbal. En la calle lo esperan dos escoltas, que lo protegen de las amenazas de muerte que recibe desde hace tiempo por andar husmeando en temas delicados.
El abogado sostiene que uno de los ministros de la Corte dijo que firmar la liberación de Patishtán sería "como abrir la caja de Pandora" a un montón de casos que arrastran procesos irregulares en los que no se preservó la presunción de inocencia.
El eco de la decisión judicial en contra de la inocencia del maestro soliviantó a la modesta prisión. No hace ni un mes que un interno logró saltar sus muros. A golpe de vista tampoco parece una proeza. Patishtán se vislumbra pronto en libertad sin necesidad de fuga: "Para eso trabajo. Solo busco la verdad". El primo con el que tuvo el conflicto, y que fue quien a la postre lo condujo hasta esta situación, acabó trabajando de albañil en Cancún. Sus vecinos dicen que trató de cruzar a Estados Unidos. Uno y otro no se han vuelto a ver. "No le guardo ningún rencor. Ni a él ni a su hijo. Creo que están más muertos en libertad que yo encerrado".
El maestro de escuela, al llegar a la cárcel, dejó sorprendido a todos por la cantidad de visitas que recibía. Ninguna de su madre ("no la conozco desde hace 13 años"), una mujer mayor que no podría soportar tres horas de una carretera llena de curvas y baches. "Yo veía que le visitaba gente güera (blanca), gente importante y me sumé a su lucha", revela también al otro lado de los barrotes Pedro López, un indígena condenado a 46 años por un secuestro que él no considera secuestro. Ayudó a "robar" a una niña de 14 años con la que un compadre se quería casar, algo habitual en su comunidad. Lo habían hecho su hermano, padre, abuelo… pero el papá de la menor los denunció y aquí anda, seis años después.
López hace las veces de secretario a Patishtán pero encuentra en esa tarea un motivo ideológico. Se queja de que la cárcel está llena de pobres y analfabetos que no tienen con qué defenderse. Después, ya lejos de este lugar, un argentino llamado Ariel, de paseo por estas tierras, dará el diagnóstico final: "La justicia es como una serpiente: solo muerde al que no lleva botas".
Reportaje de Ines Santaeulalia y Juan Diego Quesada. | ||||
Posted: 24 Mar 2013 11:20 AM PDT
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Posted: 24 Mar 2013 01:30 PM PDT
El también maestro considera que la captura fue por denunciar la corrupción del alcalde de El Bosque.
Hermann Bellinghausen, enviado
La Jornada.24/03/2013
El Bosque, Chis. "Desde el primer día, 19 de junio de 2000, dijimos que Alberto Patishtán estaba secuestrado", recuerda el también maestro Martín Ramírez López, uno de los que no han dejado de sostener, durante 12 años y nueve meses, la inocencia del profe en relación a la emboscada en que murieron siete policías, en una pronunciada curva de la carretera al norte, que lleva a Simojovel, a 10 minutos de esta cabecera municipal, el 12 de junio de aquel año. El mismo paraje ya había sido escenario de asaltos y homicidios en los meses previos.
Resulta útil ir más allá de la reconstrucción forense de la matanza (y el robo de unas armas que nunca aparecieron), y de la relación cronológica entre los hechos y las actividades de Patishtán ese día, con testigos consistentes que lo ubican en Simojovel y Huitiupán; con excepción de uno, Rosemberg Gómez Pérez. Éste, herido y entre cadáveres, "identificó" por la voz, según su declaración ministerial del 15 de junio, a uno de los atacantes armado y encapuchado, que le habría ahorrado el tiro de gracia inexplicablemente, y "resultó" ser el maestro bilingüe, importante crítico y público opositor de su papá, el entonces alcalde Manuel Gómez Ruiz; sí, el líder comunitario de integridad reconocida hasta por quienes, fuera del PRI, estaban entonces en la resistencia, como era el caso del profesor Martín y muchos más.
Patishtán acababa de acudir a la capital del estado, con un grupo de indígenas, a demostrar con documentos la corrupción imperante en el ayuntamiento de este municipio. Tenía una jefatura magisterial y organizaba con respaldo de distintos barrios de la localidad una de aquellas sociedades productivas oficialistas denominadas "triple S", o SSS. Cuando lo detuvieron, "nadie lo creyó", recuerda Ramírez López. Centenares de personas salieron a la calle, ocuparon la alcaldía y mandaron una delegación a Tuxtla Gutiérrez, "de paga" (eran priístas), que fue neutralizada por el gobierno, y otra de "voluntarios", que sí presionó, logró una minuta sobre su liberación, y el plantón se levantó.
El gobernador Roberto Albores Guillén prometió que liberaría al profesor. Al no cumplir, los indígenas insistieron, y se les amenazó con culparlos también del crimen. "Vieron que estaba duro, vino el miedo. Muchos se echaron atrás. Con la amenaza del presidente municipal salieron corriendo", refiere Ramírez López. "Eramos unos seis maestros que seguíamos insistiendo, junto con la esposa de Patishtán". Al paso del tiempo, ella se cansó y lo abandonó, pero eso ya es parte del daño personal causado por los años de cárcel que siguieron.
En mayo de 2000, un mes antes de la emboscada en un paraje de Las Limas, municipio de Simojovel, los priístas inconformes entregaron un documento "que sólo pudo ser escrito por Patishtán", y el edil lo vio como un "peligro". Según el profesor Martín, ya estaba a punto de caer, "ya no bastaba la protección del diputado Ramiro Miceli Maza ni del gobierno de Albores Guillén". Así que lo salvó la masacre, y más aún la aprehensión de su principal crítico y denunciante. "El peligro era Patishtán, no el movimiento opositor. Preso él, la protesta se vino abajo".
El desaseo ministerial en las primeras declaraciones que lo inculpaban (del policía sobreviviente Belisario Gómez Pérez y el joven Rosemberg, del alcalde y de otro profesor, Martín Gómez Culebro, 14 y 15 de junio), así como las de policías municipales a quienes se indujo abiertamente la mención de Patishtán como atacante, y aún la declaración del diputado Miceli Maza (19 de junio, día de la aprehensión del acusado), no impidió que se dieran por buenas en los tribunales. Y se estiraron milagrosamente para inculpar, un mes después, al transportista base de apoyo del EZLN Salvador López González.
"La gente aquí siempre supo que Gómez Culebro se prestó a falsificar sus declaraciones por órdenes del presidente municipal. Ya luego él ha dicho que nunca declaró, que le inventaron todo", comenta Ramírez López.
El Bosque es un pueblo relativamente pequeño. Todos se conocen. Actualmente, el ex alcalde Gómez Ruiz y su hijo Rosemberg viven enfrente de la familia Patishtán. La madre de Alberto, María, prima hermana de Gómez Ruiz, es una persona muy enferma y no participa mucho en el movimiento actual por la liberación de su hijo, que en El Bosque cuenta con centenares de seguidores, empezando por los hermanos de María, Carmen, Julia, Manuela, Demetrio de Jesús y Juan, todos Gómez Gómez, y sus cuñadas Andrea y María. Los respaldan la mayor parte del magisterio oficial, las iglesias, comerciantes, familias, incluso niños y jóvenes que no conocen todavía al profe.
Muchos recuerdan, por ejemplo, cómo era Rosemberg antes de la emboscada que sobrevivió. De 15 o 16 años, un intocable. Llevaba una escolta en todas las fiestas y ferias a las que gustaba ir. Por eso andaba siempre con los policías, bien cuidadito, comenta otro miembro del movimiento ciudadano de El Bosque que insiste en la inocencia del profe. Comienzan a llegar varios indígenas, campesinos y mujeres con su hermosa vestimenta tradicional, para una reunión en el sitio donde Ramírez López habla con La Jornada.
La Jornada recogió aquí hace algunos años un testimonio según el cual el propio Rosemberg, al calor de las copas, habría expresado arrepentimiento "por lo que le hicimos al profesor" (su primo, por cierto), confesando incluso que por su declaración fue recompensado con una camioneta nueva.
Grandes promesas y olvido
Cuatro gobernadores (Albores Guillén, Salazar Mendiguchía, Juan Sabines Guerrero y Manuel Velasco Coello) se han pronunciado por la liberación del profe. "Dicen casi las mismas frases, las tienen memorizadas, como los niños el Himno Nacional", ironiza Ramírez López, mientras llega a la reunión Manuel, hermano de Alberto Patishtán. Todos dicen estar de acuerdo. ¿Hacen algo? No cumplen. ¿Para qué hablan entonces?.
Acelerando este relato, cabe mencionar que el zapatista Salvador López González fue liberado durante el mandato de Salazar Mendiguchía –quien como candidato se comprometió a liberar a Patishtán–; heredaba de Albores Guillén y el gobierno zedillista muchos presos del EZLN, y terminó liberándolos a todos. Así resultó que un acusado por la matanza de policías fue liberado con base en inconsistencias y contradicciones en las declaraciones ministeriales del segundo sobreviviente, Belisario Gómez Pérez. Lo que los jueces consideraron insostenible para el caso de Salvador lo dieron por bueno para condenar reiteradamente entre 2002 y 2004, más allá de amparos y apelaciones, al profesor, intachable líder comunitario (según incontables testimonios), y hoy activista de los derechos humanos en las prisiones chiapanecas.
Posteriormente, el ex policía Belisario, al igual que las viudas de los demás policías, "desaparecieron" de la escena, y ni siquiera hay constancia de que hayan sido indemnizados adecuadamente. La Jornada ubicó al primero para este reportaje, pero considerando su situación actual en la localidad donde se encuentra, se optó por no buscarlo en esta ocasión.
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