23 Noviembre, 2010
Carlos Lenkersdorf nació en 1926 en Alemania pero llega a México hacia 1957. En nuestro país hizo sus estudios en filosofía y se dedicó a la docencia. En 1973, como él mismo lo decía, abandonó las aulas para ir a vivir y aprender de las comunidades indígenas tojolabales de Chiapas. Ahí es testigo de una forma de organización y convivencia social que lo marca de por vida. Carlos Lenkersdorf aprendió la lengua, la cultura y la visión del mundo de los maya-tojolabales, que lo llevan a cuestionar críticamente los cimientos del eurocentrismo así como el racismo imperante en la academia y en la sociedad occidental.
La labor de Carlos fue inmensa, nos legó libros en donde encontramos una forma de filosofar desde una perspectiva no occidental, sino desde una perspectiva más incluyente. La filosofía maya-tojolabal, basada en un principio nosótrico, se presenta como una alternativa a la tradición filosófica de occidente regida por un acérrimo eurocentrismo, que por lo mismo ha fracasado en sus planteamientos al dejar fuera a una diversidad de formas de pensar.
Esta filosofía que nos compartió Carlos hasta el final de su vida, se nos presenta también como una alternativa a un contexto social como el presente, donde los principios y los valores de la sociedad parecen olvidados. Nuestra crisis de organización, de diálogo y de solidaridad del uno con el otro pueden hallar luces en las enseñanzas de un pueblo que nos interpela desde lo más profundo de nuestra cultura.
Hoy nos dolemos con la pérdida de uno de nuestros filósofos más queridos, pero lo recordamos con sus obras, estudiándolo. Compartimos con ustedes este texto que resulta revelador sobre las líneas en que se mueve la filosofía tojolabal, a la que Carlos Lenkersdorf le dedicó la mayor parte de su existencia:
La vida de la palabra hermano en un pueblo donde todos lo son."una sociedad de hermanos y hermanas, una sociedad desestatificada en la cual nos encontramos y vivimos como iguales que nos respetamos mutuamente. No se trata de una sociedad utópica sino de hoy en día, contemporánea nuestra aunque, en gran parte, militarizada por un ejército de ocupación, porque a todo parecer el gobierno no tiene confianza en tal sociedad que, además, puede autogobernarse dentro de la nación mexicana. Los tojolabales nos presentan, pues, una realidad muy alejada de lo que se vive en la sociedad dominante, tanto en México como en otros países de Occidente...
La vida de la palabra hermano
en un pueblo donde todos lo son
http://www.jornada.unam.mx/2003/08/25/oja76-tojolabales.html
En el hospital
...
Si llega un hermano
quien es tojolabal; --
andamos bien perdidos
dentro del hospital.
La lengua no entendemos
que los doctores hablan
tampoco nos entienden
ni nuestra enfermedad .
Y si no nos entienden
tampoco nos respetan
su corazón les dice
que no sabemos nada.
La lengua de nosotros
no quieren aprender
porque ellos no respetan
así como hablamos.
Escuchen mis palabras
que son del corazón:
los meros ignorantes
son ellos, es verdad.
En este mundo, digo,
iguales son los cuerpos
hermanos somos todos
de una humanidad.
Hay blancos y morenos
bambaras, chinos, indios
hermanos somos todos
de una humanidad.
Por ello la tarea,
nos toca aprender
la lengua que ellos hablan
que nos respeten ya.
También les toca a ellos
el mismo aprender
la lengua que es la nuestra;
hermanos, pues, seremos.
APRENDER A ESCUCHAR
CARLOS LENKERSDORF
ISBN: 9786074020328990
Páginas: 166
Año: Octubre 2008
Pensamos que sabemos escuchar, sin embargo, la lengua nos hace excluir este acto casi sin darnos cuenta. Es por ello que cuando expresamos la oración, yo te digo, le decimos al otro lo que se espera de él: que nos escuche y obedezca. No esperamos que nos responda y que iniciemos un diálogo.
Muy diferente se expresan los tojolabales a través de su lengua, el maya-tojolabal, pues dicen en la frase correspondiente, yo dije, tú escuchaste. El objeto se excluye y en su lugar tenemos otro sujeto, el cual escucha. Los tojolabales tienen, desde las primeras palabras, otra concepción de comunicación: la dialógica. Ésta se realiza a lo menos entre dos personas, por tanto, no es monológica, concepto desde el cual hablan los que pretenden saber. Tal vez por eso los tojolabales tienen dos palabras para lengua, una para la que se habla (k'umal), y otra para la que se escucha (‘ab'al). En español, en cambio pensamos en el hablar y no en el escuchar cuando nos referimos a la lengua, y tenemos buena razón para hacerlo, porque la lengua hace referencia al órgano localizado en la boca con el cual articulamos el habla.
Nosotros, en cambio, preguntamos junto con los griegos antiguos, ¿por qué tenemos dos orejas y una sola boca?, ¿no es para escuchar mejor, y hablar menos? Somos, pues, muy habladores y pobres escuchadores, por eso aprendemos retórica y mercadotecnia, para saber cómo manipular a los demás. ¿Y dónde queda el escuchar?
El propósito de Aprender a escuchar es ayudarnos a escuchar mejor y a estudiar tanto la ausencia, como el reducido y mal uso que se hace de escuchar. Al hacerlo nos damos cuenta que los políticos no saben escuchar, aunque por el hecho de tener el uso de la palabra, ellos piensan que sí. Nosotros, piensan aquellos, no sabemos escuchar, aunque nos juntemos por miles y porque no somos representantes de la autoridad. Por eso pretenden limpiar las calles de los que no saben, para que los "ciudadanos conozcan la ciudad que es de piedra y no de mujeres, hombres y niños".
El acto de escuchar toca un tema olvidado en la educación de todos los niveles. Tal vez este libro ayude a que se agregue la materia del escuchar a los planes de estudio. Si lo sabemos hacer, aprendemos a la vez a recibir con gratitud lo que recibimos al escuchar a los demás, ya que nos regalan sus palabras por las cuales no solemos dar las gracias, porque no se nos enseñó a hacerlo.
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