Anticapitalistas en la Otra

Anticapitalistas en la Sexta es un espacio de discusión y organización política de carácter anticapitalista e internacionalista, que busca enlazar las luchas y fortalecer la unidad de las y los trabajadoras de la Ciudad, el Campo, el Mar y el Aire, y del resto de l@s explotad@s por el sistema capitalista para avanzar en la construcción de un Programa Nacional de Lucha y su Plan de Insurrección. Como segundo propósito buscamos difundir las luchas, denuncias y actividades de los adherentes a La Sexta en el país y el mundo, y también de todos aquellos que que sin ser parte de La Sexta se encuentren abajo y a la izquierda.

contáctanos en: aaoc2010@gmail.com
Video del mes: Palabras del mes: Es preciso no olvidar que en virtud y por efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación del obrero no puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino. De no ser así, la burguesía podría poner estas dos fuerzas, la una frente a la otra, y aprovecharse, por ejemplo, de la ignorancia de los campesinos para combatir y refrenar los justos impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que, si el caso se ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos contra sus hermanos del campo. CARTA DE EMILIANO ZAPATA A GENARO AMEZCUA Tlaltizapán, Febrero 14, 1918

Firma en contra de la reactivación del proyecto de despojo en Atenco

sábado, 7 de agosto de 2010

La Otra Campaña...(5) Abajo y ¿a la izquierda?

A todxs.
Continuando con el envío del texto "La Otra Campaña Zapatista y su prerspectiva anticapitalista, México 2010", les hacemos llegar la siguiente entrega.
Como advertimos desde un principio , no se trata solo de un balance, sino que además tratamos de hacer un esfuerzo teórico por clarificar algunos aspectos. Todo desde el campo proletario.

En esta ocasión reflexionamos acerca del origen, significado actual y consecuencias de levantar o convocar a un movimiento que se denomina "de izquierda". ¿Es la izquierda capaz de realizar una alternativa social emancipatoria bajo el capitalismo? .
Esperemos no les resulte muy pesada la lectura y en todo caso, pueden tomarla como un intermedio para lo que viene.
Nadamás que es un intermedio tan pesado como un vaso (¿o bolsa?) extra grande de palomitas! , de esos que se acostumbran en los cines comerciales.

(5) De la sociedad civil al abajo y a la izquierda ¿construcción de un nuevo partido?


De la sociedad civil al abajo y a la izquierda ¿construcción de un nuevo partido?


El interlocutor común tradicional de la izquierda socialista, socialdemócrata y político militar en Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX había sido el pueblo. Tratándose de una izquierda enredada en sus propias elaboraciones ideológicas nacionalistas, pretendidamente anti o post capitalistas (como en el caso de la “Cuba Socialista”), su discurso se dirigía según el momento, coyuntura o según la gravedad de sus discursos a otros interlocutores como la clase obrera, los estudiantes y el campesinado. Pero preferentemente se dirigía al pueblo de cada país, o se refería a los pueblos del mundo en sus alocuciones. Subyacía en ello una noción mistificada y mistificante(1) de la sociedad, que se descomponía según esta visión en solo dos actores: gobierno y pueblo, cuya existencia tenía como eje central, como centro gravitacional, al Estado. Se diluía con ello la razón de la lucha de clases entre proletariado y burguesía y todo antagonismo se reducía a la crítica del gobierno por el pueblo, o en el mejor de los casos a la búsqueda del poder estatal por parte de este: “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” era el horizonte programático de todas las izquierdas no comunistas, incluyendo las stalinianas, que sustituyendo al proletariado por el pueblo, devenían en principales defensoras de la democracia capitalista
Como dice el viejo Marx:

Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es el derecho del pueblo; lo que les interesa es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores. (Carlos Marx en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Ediciones en lenguas extranjeras. Pekín, 1978)

Esta mistificación se reprodujo aquí y allá de modo consciente o inconsciente: los movimientos de liberación nacional (anticolonial) se hicieron por “los pueblos”, las guerrillas le hablaban al pueblo, los estudiantes del 68 en México gritaban “¡Únete pueblo! ¡Únete pueblo!”. La Primera Declaración de la Selva Lacandona iba dirigida “Al Pueblo de México”.

El neozapatismo algo había heredado de sus antecesores directos en su vocación nacional- popular y antiimperialista. De cierta manera recibió y recreó (pero nunca desechó) la estafeta ideológica de las Fuerzas de Liberación Nacional, grupo que abrevaba por su parte entre otras fuentes, de el dependentismo de izquierda, un enfoque común a todas las izquierdas latinoamericanas irradiadas por la Revolución Cubana.

Además el EZLN pertenece, de una manera u otra, a toda una vertiente política denunciante del papel del estado autoritario moderno. Aunque en este caso, para 1994 su crítica, se ubicaba más bien el los ámbitos de la tradición liberal radical, que en los del marxismo. Como bien dice Velarde:

"(…) el EZLN propone una profundización de la democracia mediante “todos los grados de participación”. No a través de negar o superar la democracia” (burguesa) a cambio de cualquier supuesta “dictadura del proletariado” o “antimperialista”, sino por medio de abrir la participación democrática siempre negada a todos, lo cual, impulsado coherentemente, implica abrir el poder (directo) a la sociedad. (En Alfredo Velarde, La revolución zapatista en el umbral del nuevo siglo XXI -democracia, libertad y justicia en el discurso político del EZLN- Tesis para obtener la maestría en Ciencia Política, UNAM – FCP y S, 2003)


Poco después de aquel primero de enero, y en particular, a partir de la gran movilización del 12 de enero del 94 en la Ciudad de México, el neozapatismo implantaría un viraje discursivo que al mismo tiempo tendría efectos políticos: el Subcomandante Marcos comenzó a dirigirse también a la “Señora Sociedad Civil” en sus comunicados y cartas.

Según el propio Marcos, este nuevo actor fue el que irrumpió para detener la guerra entonces:

“La lectura que hacemos, aparte de la interna, de ese inicio de la guerra, es también algo que va a marcar hasta hoy la historia pública del EZLN. Y es que vemos que, aparte de los enfrentamientos entre el EZLN y el Ejército federal, hay otro enfrentamiento que no es propiamente agresivo, entre el EZLN y lo que nosotros llamamos la sociedad civil. Desde los primeros minutos del inicio del alzamiento se da este encuentro y, de alguna forma, comienza a aventar al ejército federal, una de las partes, como algo completamente exterior al conflicto.
Si se revisan las fotos de aquel primero de enero de 1994, se ve la convivencia, esa relación casi promiscua entre las tropas zapatistas y la sociedad civil. Lo que yo tengo ahora en mi memoria visual, es esa sorpresa de los civiles rodeando a los insurgentes, la sorpresa de verlos y también la sorpresa y el azoro que había en nosotros, en nuestras miradas y en nuestros rostros, al encontrarnos con esa gente. No había camaradería pero tampoco había agresividad en unos y otros. Como que unos y otros estábamos convencidos de que el otro no era el enemigo. Esto va a marcar desde un principio lo que va a ser la relación a lo largo de todos estos años de encuentros, desencuentros y reencuentros entre el EZLN y la sociedad civil.
(En Subcomandante Marcos, entrevista con Gloria Muñoz, 20 y 10: el fuego y la palabra.
Hay un tiempo para pedir, otro para exigir y otro para ejercer)

Al tomar a la Sociedad Civil como nuevo interlocutor (aunque sin dejar de dirigirse al pueblo cuando lo consideraba necesario), el EZLN, recuperaba para sí un concepto caro al liberalismo burgués clásico. Aunque discursivamente pretendía algo bien distinto que simplemente valerse de nociones universalmente aceptables en un ámbito de modernidad: se trataba de rebasar el nivel de la integración pasiva al sistema político, asumirse como pivote de una especie de alter política otra política. Esto no fue una invención zapatista, sino una reformulación democrática y un aprovechamiento inteligente de una vertiente ideológica que tiempo atrás venía corriendo, coincidente más o menos con el arribo del neoliberalismo(2) a la palestra del poder mundial en los países del llamado “primer mundo”. Como dice Luis Hernández Navarro:

“Durante dos décadas el concepto de sociedad civil sirvió para que se identificara a sí mismo un conjunto de actores no partidarios y no empresariales, enfrentados al Estado autoritario, la desintegración del tejido social por una modernización salvaje y la falta de derechos políticos y sociales. En un país con partidos políticos débiles, medios de comunicación electrónicos estrechamente ligados al poder y sindicatos verticales y antidemocráticos, surgió, a mediados de los ochenta, un nuevo asociacionismo producto del encuentro de sectores de la intelectualidad crítica con el descontento social, que elaboró una agenda con dos ejes centrales: la construcción de una ciudadanía ampliada, y una nueva forma de inserción en el espacio público basada en la más amplia participación ciudadana en las instituciones gubernamentales.

La camiseta de sociedad civil agrupó a una heterogénea constelación de voces: académicos e intelectuales dedicados a dar transparencia y certidumbre a los procesos electorales, movimientos por la liberación de la mujer o la defensa del medio ambiente, grupos de defensores de derechos humanos, organizaciones no gubernamentales (ONG) de promoción al desarrollo, organizaciones cívicas, asociaciones de campesinos o pobres urbanos, medios de comunicación, artistas y personalidades democráticas.” (Luis Hernández Navarro en El zapatismo y la sociedad civil. La Jornada, México. 11 de noviembre de 2003.)


Esta reformulación también lo ubicaba ideológicamente en los umbrales de la posmodernidad, pues abría la posibilidad (discursiva), de entablar relación con un nuevo sujeto que no solamente se ubicaba más allá de los linderos de la sociedad de clases, sino más allá de los límites de la sociedad política.

La Sociedad Civil pasó a ser para el EZLN como un referente desde el cual se podía establecer justificadamente la crítica del Sistema Político. Tanto a nivel nacional cuestionando a un régimen partidocrático en el que los sectores no afiliados incondicionalmente a las reglas no tenían cabida, como a nivel internacional: apelando a la solidaridad de un ente no identificado funcionalmente con ninguno de los paradigmas políticos, en boga (la globalización capitalista) o en bancarrota (el socialismo real).

Fueron nueve años en los que la Sociedad Civil fue presentada discursivamente como el sujeto social predilecto del zapatismo. Pues si bien nunca suspendió por completo los intentos de diálogo con otros actores de la vida pública, era clara la subordinación a que estos se veían sometidos: la relación privilegiada del neozapatismo, fuera de los pueblos indígenas, la tenía la Sociedad Civil, o sea las organizaciones no gubernamentales, los intelectuales, artistas y personalidades en los que dicha abstracción tomaba forma y piel en determinados momentos (de repliegue), cuando no es que asumía la forma de una multitud movilizada.

Así, no sólo fue la “sociedad civil” la que frenó la contraofensiva gubernamental (y de paso también el avance zapatista hacia las ciudades), en 1994; también fue ella misma la que forzó a ambas partes a sentarse en la mesa de negociaciones y la que estuvo en los cinturones de paz. Fue ella misma la que concurrió a convocatorias zapatistas como la CND. Fue la que salió a las calles de nuevo cuando la “traición” gubernamental de febrero de 1995. Fue la sociedad civil quien reforzó, -a veces con su presencia, a veces con su palabra- los diálogos de San Andrés. La “sociedad civil” organizó la consulta para exigir el cumplimiento de los acuerdos en materia indígena, y luego estuvo presente en la Marcha del Color de la Tierra, para presionar con el mismo fin.

Sería sólo con la entrada del siglo XXI, y en especial a partir del año 2003 que el neozapatismo empezaría a modificar gradualmente su aparato discursivo, coincidiendo tal proceso con un desgaste del propio actor social que hasta entonces había fortalecido las iniciativas zapatistas, así:

“ (…) a casi 10 años de distancia del inicio del encuentro entre el EZLN y la sociedad civil, ésta es muy otra, distinta a la que era. Ha perdido mucho de su vitalidad, de ingenio para articular intereses y movilizar recursos. Dentro de sus filas se ha producido un fenómeno simultáneo de agiornamiento y de pobrización, de integración a la política institucional y radicalización de la confrontación social. Los intelectuales han perdido mucha de la influencia y prestigio de los que disfrutaban. No son hoy capaces de movilizar las fuerzas de la convicción y la razón. Algunas ONG aspiran a que se les reconozca como representantes de un campo que, por definición, es irrepresentable. Otras se han convertido en clase política. Con frecuencia su aspiración de insertarse en la arena pública terminó en cooptación. (En Luis Hernández Navarro, Ib Id. El subrayado es nuestro)

Tal proceso de degradación de la sociedad civil se produjo paralelamente con los cambios en la configuración de la lucha de clases en México y el mundo, que obligaron al zapatismo a ponerse a tono para sobrevivir:

“Mientras tanto han surgido movimientos con una gran carga de rencor social, duros, distanciados de las clases medias. Son movimientos plebeyos, que atemorizan a los sectores acomodados y a muchos medios de comunicación, o pequeñas asociaciones locales. Son ellos quienes más se identifican con los rebeldes del sureste mexicano.” (Ib.Id)

Resulta difícil intentar determinar cuál fue el momento exacto de esta inflexión. En primer lugar porque la pauperización de las clases medias (que se supone formarían el grueso de las filas del contingente cívico), aunque haya promovido tal situación, fue un fenómeno que empezó mucho tiempo atrás de que el zapatismo comenzara a variar su discurso. Ya desde el famoso “error de diciembre” muchos se fueron a la pobreza. En segundo lugar porque esta degradación en la capacidad de iniciativa o esta pérdida de vitalidad del actor sociedad civil no se puede atribuir exclusivamente a su cooptación o debilitamiento por el Estado, pues este fue un recurso permanente desde que se pusieron en pujanza las ong´s, asociaciones políticas no partidistas y demás grupos, y no por ello implicó su desaparición. Es un fenómeno que se produce también en el marco de una reconfiguración ideológica que va más allá de lo nacional pues opera como común denominador de buena parte de las izquierdas inmiscuidas en el fenómeno altermundista y movimientista. Así mismo, aunque quizá de modo tardío también pudiera hablarse de una variación discursiva en el marco del ascenso de un nuevo ciclo crisis: los cambios se hacen visibles cuando el actor real de la protesta vuelve a ser la clase trabajadora, o al menos un conjunto de sujetos con una identidad no sólo alter política, sino mayoritariamente antisistémica, pues se cuestionan cada día mas no sólo las fallas del sistema democrático y partidista moderno, sino que a este cuestionamiento se une la denuncia de las aberraciones del sistema económico capitalista.

El hecho es que en 2003 desaparecen los Aguascalientes , lugares recurrentes de encuentro entre el neozapatismo y la sociedad civil, tanto nacional como internacional. Se da lugar entonces a los llamados “caracoles”, donde la ejecución de decisiones recae en las Juntas de Buen Gobierno. Y finalmente, en 2005, cuando ocurre la SDSL, esta va dirigida no a la sociedad civil, sino, explícitamente, a la izquierda política y social, orgánica o no, pero bien distinta en identidad subjetiva y en las propuestas de que es receptora: la izquierda no es la señora sociedad civil, no es tan pasiva, ni tan pacifista, no toda está cooptada y lo que es más importante, no hay quien la represente en su conjunto: ningún intelectual, ningún partido, y hasta entonces, ninguna organización armada.

En La Otra Campaña, el EZLN se encuentra por primera vez con actores bien específicos y bien distintos de la intelectualidad o de los dirigentes del PRD, que, hasta entonces, habían acaparado la interlocución no indígena del neozapatismo. Y no precisamente eran todos actores identificados orgánicamente, pues igual se aceptaba como adherentes a la SDSL a pueblos, a organizaciones políticas y sociales y colectivos, que a individuos y familias.

El abandono de la Sociedad Civil como interlocutor predilecto, dio lugar al recurso de un aparentemente nuevo sujeto discursivo: la izquierda. Más en particular la izquierda anticapitalista. Sin embargo, como notará todo aquel que conozca un poco de la historia moderna, hablar de izquierda (y más exactamente, de izquierda política) no es hablar en una clave por completo extraña al propio liberalismo burgués del cual provino también el concepto de sociedad civil .

El concepto de izquierda devino, como sabemos, de que en esa ubicación física se situaban los jacobinos, el ala más radical, en la sede de la Asamblea Nacional francesa, posterior a la revolución de 1789. Sin embargo, no está claro como es que luego fue transmitido y retomado el concepto en la contemporaneidad, pues, por ejemplo, si bien apelaban todavía a los valores revolucionarios burgueses de Igualdad, Libertad y Fraternidad, -planteando la necesaria profundización del cambio social-, las primeras agrupaciones y movimientos socialistas no se autodenominaban “de izquierda”: el agitador François-Noël Babeuf, que promovió en 1796 la llamada Conspiración de los Iguales, no se consideraba a si mismo un hombre de izquierda, e incluso era acérrimo enemigo de los jacobinos. La Liga de los Justos, la Liga de los Comunistas, no son definidas en sus estatutos como grupos de izquierda. Marx y Engels, más que hablar de izquierdas o derechas, en su momento hicieron la denuncia de los falsos socialismos: reaccionario (feudal, pequeñoburgués, alemán), conservador o burgués y crítico-utópico (Saint Simon, Fourier, Owen), carentes de viabilidad histórica. Marx nos remite a conceptos más precisos que el de izquierda: social democracia, revolución comunista, burguesía, proletariado. Incluso al concepto de pueblo le da un uso cuidadoso, alejado de toda mistificación. La AIT (primera Internacional) no se autodefine como de izquierda, tampoco los comuneros parisinos. Lenin recupera de Engels el término “socialismo científico” para identificar el método de la clase obrera, bolcheviques y mencheviques no se distinguían según esta denominación, tampoco los marxistas ortodoxos ni los revisionistas.
Es precisamente en los inicios del siglo XX, y mas concretamente en el contexto de descomposición de la Segunda Internacional, que el concepto izquierda tiende a refuncionalizarse. En 1915 se reúne en Suiza la Conferencia de Zimmerwald, donde podría decirse que confluyó la izquierda socialista, pues se trataba de aquellos partidos y dirigentes que se oponían a la guerra imperialista avalada por la mayoría de socialdemócratas. Aún, más dentro de la propia conferencia habría un ala izquierda donde participaban Anton Pannekoek, Herman Gorter , Trotsky, y el propio Lenin: el germen de la III Internacional.

Luego del triunfo de los bolcheviques y con el nacimiento de la Internacional Comunista, en varios de los partidos comunistas de Europa y en el propio partido bolchevique surgirían fracciones de izquierda: cuyas posiciones eran identificadas con Sylvia Pankhurst en Gran Bretaña, Amadeo Bordiga en Italia, el propio Pannekoek en Holanda, Gorter y Otto Rüle en Alemania(3) . Sería a estas últimas facciones, germana y holandesa, a quienes Lenin criticaría ferozmente en su famoso trabajo La enfermedad infantil del izquierdismo en el Comunismo. La Izquierda Comunista sería una de las tendencias disidentes al interno de la Internacional Comunista, dominada por los bolcheviques, Internacional que luego de 1924 (a la muerte de Lenin y toma del control por Stalin) entraría en franca descomposición.

Luego de la derrota de la oleada revolucionaria de 1917-23 en Rusia, Hungría y Alemania y de la consecuente burocratización de la Comintern al ser puesta al servicio del estado soviético, la Izquierda Comunista se fue disolviendo o transformando, aparejado ello con el ascenso del fascismo en Italia y del nacional socialismo en Alemania. En la Unión Soviética su importancia fue menor. Pero luego, durante la época de ascenso y consolidación de la burocracia staliniana surgiría la llamada Oposición de Izquierda.(4) De 1923 a 1927 este grupo, encabezado por León Trotsky, se constituiría como una facción crítica dentro del estado soviético, intentando hacer contrapeso a las tendencias que sepultaban lo que quedaba de la Revolución.

Entonces, tenemos que primero el concepto de izquierda se haya asociado directamente con la revolución burguesa refiriéndose a quienes buscaban hacer efectivos sus principios humanistas, luego, en todo caso, con el surgimiento del movimiento socialista, la izquierda serían aquellos que pusieran en primer término el asunto de la propiedad como condición de igualdad. Mucho más tarde, se podría hablar de una izquierda dentro de la izquierda (izquierda comunista), o de una izquierda dentro del “estado socialista” (Oposición de Izquierda).

Así que no hay una noción unívoca: la izquierda de los montaignards y los jacobinos, la de el Comité de Salud Pública, no es la izquierda socialista que mas de un siglo después denuncia los créditos de guerra, y esta no necesariamente haya su continuidad en la Izquierda Comunista, ni esta tiene mucho o nada que ver con la Oposición de Izquierda encabezada por Trotsky.

Hoy en día puede decirse que la mayoría de grupos, partidos e intelectuales que reivindican alguna filiación izquierdista tienen algún vínculo político con la Social Democracia (y por ello se acercan más bien al centro) es decir, nada que ver con una perspectiva revolucionaria. O bien -en el caso de la pequeña burguesía- el vínculo es ideológico, con el estalinismo en sus distintos disfraces y matices: “marxista-leninista”, maoísta, guevarista, etc.
Fueron de izquierda las guerrillas y ejército de Ho Chi Minh, las Panteras Negras en EEUU, los Khmer Rouges en Camboya, los insurgentes centroamericanos de la URNG, el FMLN y el FSLN. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria que se opuso a Allende en Chile, el gobierno de la Unidad Popular fue de izquierda y atacó al MIR que también lo era. Sendero y el MRTA.
Hoy pueden ser definidos de izquierda, -aunque este termino se pervierta cada día más-, gobiernos como el de Chávez en Venezuela, el del Frente Amplio en Uruguay, el MAS en Bolivia, Correa en Ecuador, guerrillas como las FARC y el ELN en Colombia. El PSOE, Izquierda Unida y la ETA en el Estado Español. Hamas y Al Fatah en el medio oriente. Lo mismo son de izquierda el Foro Social Mundial que la Internacional Socialista en cuyas filas esta inscrito el PRI. La izquierda es un concepto cada vez ideológico, menos histórico y nada científico. Podremos distinguir a los comunistas y a los anarquistas revolucionarios por su programa, a los burgueses por su condición social, a los nacionalistas por su chovinismo, pero ¿quién puede distinguir a la izquierda? Hoy se trata de un término ambiguo. Los izquierdistas –que preferentemente utilizan otros títulos más gratos como rebeldes, socialistas (ya sea ortodoxos o del Siglo XXI), demócratas o revolucionarios- generalmente no representan sino a la izquierda del propio capital y están tan lejos de un proyecto revolucionario como nuestro planeta de Marte.

¿Cuál es la particularidad de la utilización de este concepto en México? En nuestro país se ha hecho de uso corriente apenas hace unas décadas. Los insurgentes independentistas, aunque en buena medida fueran herederos de una tradición ilustrada, nunca se definieron a sí mismos como hombres de izquierda. Para empezar porque el único símil de un órgano parlamentario o constituyente bajo la corona española, tenía su sede en la Metrópoli –o sea, fuera de América- y no existía ninguna representación institucional de esta en la Nueva España: las Cortes de Cádiz fungieron como intento modernizador dentro, pero no contra el orden monárquico como ocurrió en Francia. La ocupación napoleónica no modificó sustancialmente en este sentido la relación con las Indias Orientales, que finalmente conservaron el status de colonias.
Una vez consumada la independencia ante España, durante la larga y difícil construcción de la república, los dos bandos principales que se enfrentaron, liberales y conservadores, no eran identificados como de izquierda o derecha, aunque por extrapolación pudiera automáticamente clasificárseles dentro de una y otra definición respectivamente. Bajo la dictadura porfiriana, la reivindicación “de izquierda” se presentaba bajo la tendencia liberal, impulsada primero por Ponciano Arriaga y luego por los Flores Magón, a través del partido de la misma denominación. En un primer momento se trataba más de una reivindicación de la Constitución de 1857, antes que un movimiento revolucionario. Solo conforme la dictadura se fue añejando y haciéndose más duro el trato gubernamental contra los sectores inconformes, al mismo tiempo que se aceleraba la industrialización (verbigracia con los ferrocarriles), fueron radicalizándose las demandas y programa de los grupos liberales, tomando un perfil subversivo. Ya durante el periodo revolucionario franco, ninguna de las facciones y fuerzas sociales y políticas que emergieron, se autodenominaba como “la izquierda” del movimiento. Ni los antirrelecionistas, ni los clubes liberales. Cuando pensamos en zapatistas y villistas, difícilmente nos remitimos automáticamente a ellos como gente “de izquierda”. Ni siquiera durante la Convención de Aguascalientes, que fue el momento más evocador de lo que se puede tomar como rasgo de la revolución burguesa, se establecieron formalmente bloques o sectores definidos “de izquierda”. Era claro que todos los contingentes que asistieron a esta, fue porque tenían una fuerza popular detrás, y más específicamente, un ejército o ejércitos armados y masas combatientes. Es claro que el impulso social se hallaba detrás de los delegados villistas y zapatistas primordialmente, y que las fuerzas estabilizadoras tenían su representación en las huestes Obregonistas. Pero no se suele hablar de “las fuerzas de izquierda de la revolución” ni de “los convencionistas de derecha”. Luego, bajo el termidor
carrancista, que tuvo su punto culminante en el Constituyente de 1917, difícilmente podría hablarse de un sector “de izquierda” dentro de esta facción vencedora, pues mas bien se trató de arrebatar las banderas sociales a las fuerzas que ya habían sido derrotadas militarmente, intentando con ello darles la puntilla.

Igualmente, bajo el régimen obregonista y el maximato, que abrieron la puerta a la institucionalización de las fuerzas en pugna, repartiendo el poder entre caudillos y sentando las bases para la reconstrucción del sistema federal tampoco se puede definir claramente “sectores de izquierda”, porque el poder era ejercido de un modo todavía personalista (a través de los caciques militares locales y del ejecutivo) y el congreso tenía un carácter mas bien deliberativo. Los sectores sociales explotados que lograron sobrevivir, no tomaron entonces para sí una organicidad que los auto representara, por lo que la inclusión de algunos antiguos magonistas, zapatistas y simpatizantes villistas en el Estado, se produjo más como un efecto de la debilidad política de los estamentos bajos, cuando no de plano por la confusión o cooptación. (5)

Más adelante, con la corporativización de masas y la institucionalización plena durante el régimen cardenista y posteriores, no se suele caracterizar a las fuerzas opositoras o críticas como “de izquierda”, dado que la iniciativa renovadora se hallaba oficializada y monopolizada bajo el discurso de los “gobiernos de la revolución”, así que toda fuerza política o social que estuviera al margen del reparto de poder dentro del Estado Revolucionario, simplemente era marginada, combatida e ilegalizada. Así lo fueron los agraristas cristeros a los que se combatió durante tres años (y que eran mas bien de derecha), y así lo fue también el Partido Comunista, que tras breve periodo de connivencia bajo el maximato, pasaría la gran parte de las décadas posteriores en el clandestinaje y la ilegalidad, pues aún con su política de abierta y aviesa colaboración de clase sus militantes serían encarcelados y perseguidos por los gobiernos de la revolución.
Durante todo el periodo fuerte del régimen de la revolución institucionalizada (como bien la ha llamado el maestro Luis Javier Garrido), no se puede hablar mucho menos de una izquierda parlamentaria, pues el estalinismo se encontraba en la ilegalidad, y el Partido Popular Socialista, de Vicente Lombardo Toledano, jugaba un mero papel de comparsa. El presidencialismo de partido único, monopolizaba para si todo titulo o expresión renovadora, modernizadora o progresista dentro del Estado Mexicano. Mientras que las fuerzas opositoras se limitaban a propagar el oscurantismo y conservadurismo, como en el caso de los Sinarquistas y los diversos sectores católicos y empresariales representados en el Partido Acción Nacional.
La protesta social y política de 1968, que abrió un nuevo ciclo en las luchas de clases en todo el mundo occidental, abrió el cauce también para la expresión abierta de nuevos actores políticos que se planteaban disidentes de las ideologías establecidas. Si durante la primera etapa de la Guerra Fría se tildaba de “comunista” a todo grupo o intelectual mínimamente cuestionador del carácter injusto de las relaciones de propiedad capitalistas, en buena medida gracias al influjo de la persecución macarthista, luego del 68 la diversificación de los comunistas, -incluso más allá de los linderos de influencia soviética, china o del discurso de “liberación nacional” y “antiimperialista”- obligó a reutilizar y resignificar la idea de la izquierda. Desde entonces ya no se identifica como tal a los sectores, partidos o movimientos que pretenden llevar a fondo los postulados humanistas burgueses dentro del ámbito capitalista. Ahora se tiende a suponer que la izquierda la ocupan solamente aquellos que tienen una definición programática (real o pretendidamente) comunista o socialista, o al menos anarquista, ya sea que apuesten por la vía de la reforma o por la revolución.
En México esta irrupción de las izquierdas, sesentaiocheras, se produce inevitablemente aparejada al resquebrajamiento y caída de la ilusión del Estado como heredero de la revolución y por lo tanto, como procreador de justicia social. Esto no se produjo de un día para otro, pues si bien el 68 fue definitivo, ya desde antes el tratamiento gubernamental dado a expresiones de descontento como el levantamiento de Rubén Jaramillo, las Huelgas Mineras en Nueva Rosita, Cloete y Palau, las protestas medicas y ferrocarrileras, el movimiento magisterial y el asalto al Cuartel Madera en Chihuahua, habían sentado graves antecedentes en tal sentido y abonado el descrédito en toda salida institucional.

Entre estos sectores, actores y grupos que se empezaron a reclamar como depositarios del potencial, o encomendados con la tarea histórica de destruir al régimen autoritario, se encontraban desde luego las Fuerzas de Liberación Nacional, semilla del actual EZLN. (CONTINUARÁ…)

NOTAS
(1) O sea, falsificadora
(2) En México, según reza el lugar común, la sociedad civil emergió en septiembre de 1985, luego de que el gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid mostrara su incapacidad para reaccionar prontamente ante el desastre humanitario ocurrido luego del terremoto que azotó a la Ciudad de México. Entonces cientos o miles de personas por su cuenta salieron a rescatar cadáveres de entre los escombros, o a ofrecer ayuda a los damnificados y rescatistas.
(3) En dicho país se formaría el KAPD, Partido de los Obreros Comunistas de Alemania, al ser expulsada con maniobras la facción de izquierda (mayoritaria), por el ala minoritaria (espartaquista) que quedaría con las siglas del KPD fundado por Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht.
(4) No confundir con la Oposición Obrera, tendencia denunciante de la administración unipersonal en la industria y defensora de la gestión colectiva y los sindicatos, surgida en los albores de la revolución. La figura emblemática de la Oposición Obrera fue Alexandra Kollontai.
(5) Antonio Díaz Soto y Gama, antiguo asesor de Emiliano Zapata, proveniente del magonismo liberal, fue luego diputado durante el gobierno de Obregón, por el Partido Agrarista. En tanto que Adolfo de La Huerta, algo cercano a Villa, fue efímero presidente provisional en 1920 y luego contrincante de Obregón y Calles.

Fuente: http://www.alertaproletarios.org/articulo.php?p=39&more=1&c=1


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Catálogo de la cooperativa de Muebles Tintero en PDF