Bety Cariño sería suicida y asesina. Habría preparado el ataque contra la caravana que ella misma contribuyó a organizar y en el cual se le asesinó.
Es la línea de Ulises Ruiz. Desde el primer momento acusó a los extranjeros. ¿Cómo se les ocurrió ir sin permiso de las autoridades? ¿Cómo se atrevían a ofrecer solidaridad a un pueblo en apuros?
No se trata de localismo xenófobo. Estos sujetos se muestran siempre dispuestos a ponerse a las órdenes de los extranjeros que intentan atraer, como turistas o inversionistas. Pero ciertos extranjeros los sacan de quicio: quienes quieren ser testigos y escudos de las atrocidades que aquí se cometen, los que aceptan poner en riesgo su vida por profunda solidaridad. Con inaudito cinismo se responsabiliza a los organizadores e integrantes de la caravana por haberse atrevido a entrar en esa zona en que la propia policía no puede hacerse presente. Es la vieja estrategia autoritaria: culpar a las víctimas.
El contexto es claro. No exageró Noticias en su titular del 26 de mayo: Oaxaca, ciudad sin ley
. Su texto editorial señalaba: El nivel de desgobierno cobró ayer su dimensión más atroz
. Y se preguntaba si no se trataba de un acto montado para promover el voto del miedo
. Al día siguiente hubo un despliegue aparatoso de policías y militares sin más función que intimidar. De eso se trata. Es una definición de política. “El Estado –señaló el día anterior el secretario de Gobernación– tiene que ser capaz de infundir temor.” (La Jornada, 25/5/10). En ocasiones, esta tarea de infundir temor se delega en paramilitares, caciques locales y otros grupos delincuenciales. En amplias áreas el nivel de desgobierno
adquiere todos los días dimensiones atroces.
La estrategia tiene impacto. Muchas personas se encuentran seriamente atemorizadas y exigen, sin información apropiada, que se apliquen manos cada vez más duras contra capas de la población cada vez más amplias, porque el descontento se extiende y los insumisos ya no están dispuestos a quedarse quietos: no se resignan a la suerte infame a la que se les quiere condenar y entran en acción. La criminalización de los movimientos sociales ahonda aún más la polarización social, cuando una parte de los ciudadanos empieza a funcionar como la base social sumisa que encuentra en el despotismo la única salida.
Pero tal estrategia es también contraproducente. Un número creciente de personas ha dicho ¡basta! e intenta de mil maneras distintas retomar en sus manos su propio camino. Sin confianza alguna en las clases políticas; cada vez más conscientes de la inutilidad de diálogos con personeros que sólo sirven de distracción y cuyos acuerdos, cuando se logran, se incumplen de inmediato; al tanto, finalmente, de que nadie hará por ellas lo que se requiere, se han puesto en pie de lucha.
Ése es el sentido que ha de darse a la caravana organizada para el 8 de junio. San Juan Copala sigue cercado y cotidianamente agredido. El 20 de mayo un grupo de sicarios asesinó a mansalva, en su propia casa, a su líder moral y a su esposa, a don Timoteo Alejandro Ramírez y a doña Tleriberta Castro Aguilar. Convocada por las autoridades del municipio autónomo, la caravana crece todos los días. Aunque se quieren subir a ese carro quienes sólo intentan llevar agua a su propio molino político, la caravana se ha estado formando desde la propia gente, abajo y a la izquierda. Reúnen alimentos, cobijas y medicinas para llevarlos a estos pueblos asediados por meses.
Los caravaneros están conscientes del riesgo. Desoyen las advertencias de quienes quieren doblegar por hambre y temor a los autonomistas. Saben que no es protección su gran número, porque en la situación actual, cuando empiezan a sentirse arrinconados, quienes están en el poder pueden concebir atrocidades aún peores: una masacre en forma podría ser la más brutal de las intimidaciones que se están llevando a cabo. Acaso imaginen que induciría decisivamente el voto del miedo, al que evidentemente apuestan, o que incluso podría llevar a la cancelación de las elecciones, otra de sus opciones para mantenerse en el poder.
Pero la caravana va. Ninguna amenaza podrá detenerla. Es ésta la semilla que sembraron Bety y Jyri. Empieza a dar frutos.
tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2010/05/31/index.php?section=opinion&article=024a2pol
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